"Se adentró un poco más, hasta donde el agua le cubría casi las rodillas. Notaba cientos de minúsculos cristales mordiéndole la piel, pero aguantó unos minutos, con la mirada perdida en los cañizos de la otra orilla. Trató de ver algún vestigio del accidente, pero nada. No había nada, ni un pedazo de luneta, ni una marca de rodera, ni una mancha, como si la tierra y el arroyo se hubieran tragado sin más las pruebas de lo sucedido y fluyeran con la misma calma de los siglos"
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Todos sabemos, o al menos intuimos como funciona el mundo editorial. Hay un estrato superior de elegidos que reciben premios de forma recurrente y sus libros copan contraportadas de revistas a toda página. Aparecen entrevistados en dominicales posando con gesto muy serio ante su vasta biblioteca e incluso se promocionan en televisión vendiendo el lanzamiento del año. Y todos sabemos, o intuimos, que pertenecer a dicha elite no garantiza ser un buen escritor, ni estar fuera de ella implica lo contrario.
Así, el autor que hoy nos ocupa pertenecería al segundo grupo. Víctor del Árbol no es famoso, no recibe apenas promoción y sus novelas no se anuncian apenas en ninguna parte. Y es un gran escritor. Me habían hablado muy bien de su anterior novela, La tristeza del samurai, pero al llegar a la librería caí completamente hipnotizado ante Respirar por la herida y su inquietante portada, en la que un hombre de gesto incierto nos mira desde un mundo pintado como si se asomara la realidad, a nuestra realidad, que está por debajo de la suya.
Dice el DRAE: "Respirar por la herida: dar a conocer con alguna ocasión un sentimiento que se tenía reservado". Y justamente ante eso nos encontramos en esta deliciosa novela, donde nada es lo que parece, y al igual que en la infinidad del océano, lo importante está en el fondo y no en la superficie.
Respirar por la herida podría encuadrarse dentro del género de la novela negra, acercándose a lo que en televisión se conocería como ´thriller´. Argumentalmente, la novela plantea un enorme entramado de personajes, todos excepcionalmente trazados, cuyo pasado es dudoso para el lector y esconde muchas sombras que nos irán sorprendiendo a lo largo de la historia con más de una decena de giros inesperados que harán las delicias de cualquier buen amante de la novela negra. Y lo mejor: la vidas e historias de todos los personajes están relacionadas entre sí hasta un punto sorprendernte y excitante.
Conocemos a Eduardo, un pintor de fama moderada catorce años después del incidente que le sumió en la espiral de remordimiento y dolor en la que ahora se halla: el accidente de tráfico que acabó con la vida de Elena, su esposa, y Tania, su hija, y que dejó en el retratista enormes secuelas físicas, además de las evidentes taras psicológicas. Gloria Tagger es una de las violinistas más famosas del mundo. Acompejada por su ascendencia nazi y muerta en vida por el recuerdo de Ian, su hijo de veinte años atropellado en el centro de Madrid a manos de un millonario borracho. Arthur es un francés argelino marcado por los conflictos raciales de su patria; está en la cárcel por homicidio y vive atormentado por la fulminante desaparición de su hija, Aroha, que estaba atravesando una adolescencia muy difícil. En los días previos a la salida de la cárcel del magnate Arthur Fernández, Gloria Tagger contrata a Eduardo para que haga un retrato muy especial: el del asesino de su hijo, Arthur.
Y esto es solo el principio. Un mosaico de personajes se despliega de manera magistral a lo largo del relato, todos ellos apoyados en los dos pilares que sostienen la novela: el dolor y la culpa. Un dolor silencioso que recorre lentamente las páginas del libro al igual que la pierna de Eduardo y que va tensando la mente del lector como si lo hiciesen cuerdas de piano, invisibles y mortales. Así, visitaremos sótanos siniestros donde los millonarios sacian sus fantasías y viviremos la frustración de un prostituto asiático incapaz de escapar de la mafia que campa a sus anchas por Madrid. Conoceremos a Guzmán, un toruturador chileno reconvertido en investigador particular y asistiremos a silenciosos seguimientos por el centro de Barcelona. En definitiva, una trama magníficamente desplegada con multitud de dobleces e intrigas en la que el autor recorre de manera magistral todos los entresijos del alma humana.
En lo referente al estilo, hay que decir que Víctor del Árbol posee una prosa ágil y amena, de lectura fácil y empleando el mínimo de adjetivos. Descripciones muy disfrutables de espacios y excepcional en las pinceladas psicológicas de los personajes. A mi juicio, se le podrían achacar dos "peros": en primer lugar, las partes narradas son mucho mejores que las partes dialogadas, en las que el autor pone a los personajes a dar demasiada información, probablemente con el objetivo de conferir verosimilitud al relato; sin embargo, el resultado es quizás contraproducente, pues todos los personajes, independientemente de su grupo social o cultural hablan con la magistralidad de un espléndido narrador. En segundo lugar, creo que hay un uso excesivo del símil. Pero no hay que confundirse: estos dos lunares no llegan a ser ni una pequeña manchita en el excepcional lienzo que constituye la novela.
En consecuencia, Víctor del Árbol y su Respirar por la herida han sido todo un hallazgo. Intensa y sorprendente, incita a leer más y más, por lo que no puedo hacer otra cosa que no sea recomendar encarecidamente que leáis este novelón.
Y vosotros, ¿habéis descubierto un autor que se mueva fuera de los circuitos comerciales?
Víctor del Árbol |
Pues ahora mismo estoy con Jesús Carrasco (Intemperie) que me está gustando, pero creo que a éste si lo han promocionado en radios y demás mass media.
ResponderEliminarSilvia.
Buah, tiene súper buena pinta el libro! Cuando termine de todos los libros que tengo a la cola (casi todo más ensayo que novela), lo leo seguro!
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