lunes, 20 de enero de 2014

Estudio en escarlata. Arthur Conan Doyle


               "Yo creo que, originariamente, el cerebro de una persona es como un pequeño ático vacío en el que hay que meter el mobiliario que uno prefiera. Las gentes necias amontonan en ese ático toda la madera que encuentran a mano, y así resulta que no queda espacio en él para los conocimientos que podrían serles útiles, o, en el mejor de los casos, esos conocimientos se encuentran tan revueltos con otra montonera de cosas, que les resulta difícil dar con ellos. Pues bien: el artesano hábil tiene muchísimo cuidado con lo que mete en el ático del cerebro. Sólo admite en el mismo las herramientas que pueden ayudarle a realizar su labor; pero de éstas sí que tiene un gran surtido y lo guarda en el orden más perfecto. Es un error el creer que la pequeña habitación tiene paredes elásticas y que puede ensancharse indefinidamente. Créame, llega un momento en que cada conocimiento nuevo que se agrega supone el olvido de algo que ya se conocía. Por consiguiente, es de la mayor importancia no dejar que los datos inútiles desplacen a los útiles"

Arthur Conan Doyle pertenece a ese grupo de autores de biografía azarosa que llegaron a ser escritores casi por casualidad, siendo la literatura una faceta más de su vida entre muchas otras. Doyle fue jugador de rugby, portero profesional de fútbol, propagandista militar, golfista, espiritista, boxeador, medium y oftalmólogo; además de articulista, crítico literario y cronista de guerra, cuyos trabajos para el ejército británico durante la Primera Guerra Mundial le granjearon el título de Caballero del Imperio o "Sir". Su afición por las intrigas policiales, la herencia dejada por E.A Poe y su gran capacidad de inventiva le llevaron a crear a Sherlock Holmes durante la etapa en la que regentó la clínica oftalmológica, donde, en palabras de Doyle, "ningún paciente entró jamás".

Resulta especialmente interesante la relación que Doyle mantuvo con su propio personaje. Sherlock saltó  la fama relativamente pronto, y sus aventuras se seguían y se esperaban con avidez en la Inglaterra contemporánea a Doyle, anticipando la leyenda en la que llegaría a convertirse. El icono que es hoy día. Un personaje querido y admirado por todos, menos por su autor, que jamás le tuvo aprecio y al que estuvo constantemente tentado de asesinar a tenor de lo publicado en sus cartas y memorias. "A la gente no le va a gustar", le decía su madre. Y no le faltaba razón a la anciana señora Doyle, pues el bueno de Sir Arthur tuvo que escribir La casa vacía a raíz del ingente volumen de súplicas, insultos y amenazas de toda índole que recibió tras su mítico relato El problema final.

Estudio en escarlata da inicio al fenómeno literario que se conoce en narratología como "canon holmesiano", es decir, al conjunto de obras de Sherlock Holmes escritas por Doyle. El término canon se emplea para separar este bloque de obras de la masiva producción de relatos, novelas, películas o series que se han acometido con posterioridad al canon y a raíz de este.

Argumentalmente, se nos presenta a un joven Watson buscando casa tras llegar herido del Afganistán (en guerra perpetua por lo visto) y a un todavía inexperto Holmes hastiado de colaborar con la policía en casos absurdos de infatil resolución. Tras acordar vivir juntos gracias a un amigo común, pronto llegará el retorcido caso que Holmes tanto ansia y que permitirá a Watson maravillarse ante las dotes intelectuales de su compañero de habitaciones e iniciar la redación de sus aventuras, en el que profundizaré más bien poco para no destripar nada del apasionante desarrollo. Un muchacho ha sido asesinado en una casa vacía y cerrada de las afueras de Londres. Como únicas pistas, tarjetas de visita con su nombre y su procedencia (Cleveland, EEUU), salpicaduras de sangre que no es suya, un anillo de compromiso y la palabra Rache escrita con sangre en la pared. Partiendo de este inicio in media res, Holmes emprenderá su juego de deducciones, telegramas, espías a sueldo en cada esquina de Londres, disfraces y viajes en carro por nebulosas callejas empedradas. Pesquisas que tomarán la ruta correcta, diametralmente opuesta a la del voluntarioso pero incompetente inspector Lestrade y que le llevarán desde los bajos fondos victorianos al mismísimo corazón de los fundadores mormones de Utah. Apasionante.

Así, Holmes lleva a una atractiva cumbre el pensamiento lógico, basado en la inducción y en la deducción, principios que ya enunciaba Aristóteles hace dos mil trescientos años y que ciertamente son espectaculares en las narraciones de Doyle, pero que desprovistos de toda la pompa literaria y en menor medida, serían completamente aplicables, como vemos en la Poética aristotélica, a todos los ámbitos de la vida cotidiana y de la sociedad.

El estilo de la obra es de muy poca relevancia tanto en esta como en todas las narraciones del canon holmesiano. Una prosa al servicio del argumento, sobria y magistralmente adjetivada para hacer frente a las numerosas descripciones de ambientes, escenarios de crímenes, personajes y cadáveres, fundamentales para el planteamiento de la trama detectivesca. Una trama en donde Sherlock Holmes simboliza el necesario orden dentro del caos, la luz en la oscuridad de la crudeza de un mundo criminal y moralmente deshumanizado, donde quienes deben garantizar el cumplimiento de las normas son poco más que simios con traje y corbata. Muy vigente, como vemos.

Y a vosotros, ¿con qué relato o novela policiaca habéis disfrutado especialmente?

¡Besos y abrazos!




4 comentarios:

  1. Muy recomendable. En las versiones que han hecho de este personaje para televisión nos lo han dulcificado mucho, Conan Doyle nos muestra a un Sherlock mucho mas seco, introvertido e incluso adicto.
    Grande este escritor, no solo por Sherlock Holmes, tiene muchas más obras que destacar. Me encantó su novela "Las hazañas del brigadier Gerard".

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  2. Completamente de acuerdo compadre. Las versiones modernas no hacen sino profanar la memoria del pobre Sir Arthur a marchas forzadas, lo cual dice mucho sobre lo que nos gusta echarnos a la boca hoy día. Especialmente la que hizo Iron Man, esa venía sin vaselina.

    Me apunto la del brigadier. Sabiendo de quien viene la recomendación, seguro que es un gran libro ;)

    Un abrazo y gracias por pasarte!

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  3. Hola Nico. Después de tanto crimen en Fjallbacka ha sido una delicia volver a reencontrar la fuerza del personaje de Sherlock Holmes y la elegancia de la narración de Sir Arthur Conan Doyle. No obstante no he podido dejar de establecer comparaciones: el incompetente Mellberg recuerda sospechosamente a Legrade y en ambas novelas el crimen empezó a gestarse en un tiempo y unas circunstancias lejanas. Dudo que si Lackberg decide deshacerse de Patrick o Erika se arme el revuelo que se montó con la desaparición de Holmes, ¿no crees?
    Besos, nos vemos pronto.
    Pilar Posadas

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  4. Hola Pilar!

    Me encanta que te pases por aquí!

    Pues efectivamente, es notorio que la Lackberg ha bebido de la fuente del maestro, los paralelismos están ahí como bien señalas (aunque esta chica solamente tocará la integridad de Patrik o Erica cuando la gallina enferme jejeje)

    No obstante, la sueca se queda muy atrás, y basa su éxito en giros argumentales imprevistos, una narración efectiva y en hechos bastante inverosímiles pero que atrapan al lector. El bueno de Sir Arthur era mucho más fino que todo eso, aunque también pudiese caer en ciertos pasajes pillados con alfileres. Esa sutilidad victoriana, ese refinamiento que envuelve al relato y sobre todo, ese inmenso duo de protagonistas son inimitables. Pronto llegará al Blog un auténtico maestro de la novela negra cuyos libros me están encantando, Henning Mankell. Échale un vistazo porque es una pasada de escritor

    Un beso!

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