miércoles, 14 de octubre de 2015

La insoportable levedad del ser. Milan Kundera





Todos necesitamos que alguien nos mire. Sería posible dividirnos en cuatro categorías, según el tipo de mirada bajo la cual queremos vivir.

La primera categoría anhela la mirada de una cantidad infinita de ojos anónimos, o dicho de otro modo, la mirada del público. Ese es el caso del cantante alemán, de la actriz norteamericana y también del redactor con largas barbas. Estaba acostumbrado a sus lectores y, cuando un buen día los rusos cerraron su semanario, tuvo la sensación de que el aire era cien veces más enrarecido. Nadie podía reemplazarle la mirada de los ojos desconocidos. Le pareció que se ahogaba. Entonces fue cuando advirtió que la policía vigilaba todos sus pasos, que oían sus conversaciones por teléfono y que hasta le sacaban en secreto fotos en la calle. ¡De pronto los ojos anónimos estaban otra vez en todas partes y él podía respirar de nuevo! ¡Estaba feliz! Se dirigía con voz teatral a los micrófonos de las paredes. Había encontrado en la policía al público perdido.

La segunda categoría la forman los que necesitan para vivir la mirada de muchos ojos conocidos. Estos son los incansables organizadores de cócteles y cenas. Son más felices que las personas de la primera categoría quienes, cuando pierden a su público, tienen la sensación de que en el salón de su vida se ha apagado la luz. A casi todos ellos les sucede esto alguna vez. En cambio, las personas de la segunda categoría siempre consiguen alguna de esas miradas. Entre éstos están Marie-Claude y su hija.

Luego está la tercera categoría, los que necesitan de la mirada de la persona amada. Su situación es igual de peligrosa que la de los de la primera categoría. Alguna vez se cerrarán los ojos de la persona amada y en el salón se hará la oscuridad. Pertenecen a este grupo Teresa y Tomás.

Y hay también una cuarta categoría, la más preciada, la de quienes viven bajo la mirada imaginaria de personas ausentes. Son los soñadores.

------o------

Hace poco leía en un revista literaria las habituales quinielas de los candidatos al premio Nobel, esas que nunca suelen acertar y que además parecen gafar a los elegidos. Además de Murakami, que se incluye ya por defecto, afirmaban que este año sonaba con fuerza Milan Kundera. Y caí en la cuenta de que no había leído nada de él, pese a tener en mi biblioteca "La insoportable levedad del ser" desde hace ya tiempo. Es de esos libros que uno va dejando y dejando. Así que me levanté, me preparé un café y a leer se ha dicho. Conclusión: imprescindible.

Milan Kundera es un autor checho cuya biografía, producción literaria y pensamiento están marcados por la dicotomía establecida entre su ideología comunista teórica en contraposición a los horrores que vivió a causa del comunismo totalitario ejercido en su país por Rusia. Así, Milan Kundera fue acogido por Francia en 1980 e incluso ha renunciado a escribir en su lengua materna, el checo, para hacerlo en su lengua adoptiva, el francés.

Con respecto a "La insoportable levedad del ser", he de decir que una vez terminado el libro, deja una sensación inevitable y en parte agridulce de que muchas cosas se han quedado en el tintero, ya que la densidad y la complejidad de muchas ideas incluidas en las capas más profundas del relato es más que notable. Aún así, no es necesario llegar a dichos estratos. La novela se disfruta plenamente en una primera lectura. Eso sí, una lectura atenta.

"La insoportable levedad del ser" es una mezcla turbia de literatura, filosofía y política que resulta fascinante. Estas tres fuerzas actúan sobre los personajes ideados por Kundera, que son una especie de monigotes con los que el narrador va poniendo a prueba sus teorías. Analicemos cada plano.

El filosófico es claramente el más complicado y denso de toda la novela, y parte de la idea de Nietzsche del eterno retorno, un concepto complejo que afirma que en el universo infinito todo tiende a repetirse una y otra vez para concluir que en este contexto, nuestras vidas, condenadas por el tiempo a tener una sola oportunidad para realizar cada decisión que tomemos, son insignificantes, leves. Así, esta idea se desarrolla en plantel de personajes, que vienen a representar cada uno una filosofía vital, una elección concreta, un concepto filosófico, y  que buscan insistentemente el sentido de su existencia con el telón de fondo del amor y de la vida en pareja. Así, seremos testigos de su vida cotidiana, plagada de innumerables conflictos sexuales y emocionales que resultan fascinantes. Kundera lleva a sus personajes a traspasar aquellos límites que él no ha intentado siquiera cruzar en su vida. Son experimentos de las acciones y decisiones que él podría hacer tomado y no tomó. Son su segunda oportunidad: su eterno retorno.

En lo referente al estrato literario, conocemos la historia de Tomás, un cirujano checo obsesionado con acostarse con todas las mujeres posibles una sola vez, hasta que Teresa se cruza en su vida para quedarse para siempre y romper su frenética vida de soltero mujeriego. Aunque esto sólo ocurra en teoría, pues a pesar estar enamorado de Teresa, Tomás no renuncia a mantener una enorme agenda de amantes que visita con frecuencia, de las que destaca Sabina, uno de los mejores personajes de la novela. Sabina es una pintora liberal, y en su estudio leeremos pasajes (la mayoría sexuales o filosóficos) dignos de recordar; de hecho, uno de los siete capítulos del libro está en exclusiva dedicado a ella y a otro de sus amantes, Franz. Y el argumento se quebrará cuando las garras de la Rusia comunista se extiendan sobre Checoslovaquia, y las vidas de todos los personajes cambien para siempre, lo que nos lleva al plano político.

El trasfondo político y social de la novela es más que notable, pero Kundera evita en todo momento ponerse especialmente dramático contando los horrores derivados del Comunismo totalitario ruso que desembocaron el la Primavera de Praga, hecho histórico que se cuenta en la parte final de la novela. Veremos intelectuales reprimidos, expulsados, asesinados; micrófonos instalados en casas y fotógrafos retratando a gente realizando actividades "sospechosas". De este modo, se nos muestra el totalitarismo, proceda de la ideología que proceda, es algo condenado a reaparecer en el concepto de sociedad creado por el hombre. Es algo que participa del eterno retorno de Nietzsche.

He de decir que el libro es una fuente inagotable de pasajes que te dejan con la boca abierta, por lo que me ha resultado muy difícil  elegir uno para la cabecera. Mi ejemplar ha quedado exhausto de tanto subrayado, nota al margen, post-it y fluorescente, porque leer "La insoportable levedad del ser" es quedarte con la boca abierta prácticamente en cada página.

En definitiva, la obra de Kundera es un libro maravilloso y extraño, de los que dejan una huella inevitable en todo aquel que lo lea. La fama que lo precede es totalmente justificada, hasta el punto de que pienso que es de esas obras que todos deberíamos leer para comprender un poco mejor nuestra naturaleza humana. 

Y vosotros, ¿qué novela calificaríais de imprescindible?

¡Besos y abrazos!

Milan Kundera



No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡No te marches sin comentar!