Primero contaré lo del atraco que cometieron nuestros padres. Y luego lo de los asesinatos, que vinieron después. El atraco es la parte más importante, ya que nos puso a mi hermana y a mí en las sendas que acabarían tomando nuestras vidas. Nada tendría sentido si no contase eso antes que nada.
Nuestros padres eran las personas de las que menos se podría pensar que atracarían un banco. No eran gente rara, ni evidentemente criminales. A nadie se le hubiera ocurrido pensar que estaban destinados a acabar como acabaron. Eran personas normales -aunque, claro está, tal afirmación queda invalidada desde el mismo momento en que atracaron el banco.
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¿Cómo podría alguien no seguir leyendo un libro que empieza así? Yo mismo respondo: es imposible. Una vez que empiezas Canadá, no se puede parar. Pero comencemos hablando un poco de Richard Ford que merece la pena.
Richard Ford es conocido por la crítica literaria norteamericana como el sheriff. Un tipo duro, serio, austero. Un hombre de rancho que abandonó la Misisipi profunda en la que fue un adolescente problemático que robaba coches y cometía delitos menores para seguir su instinto, que un buen día le dijo que debía dedicarse a escribir. Algo que a sus conocidos les pareció una barbaridad, porque Richard Ford es disléxico en un grado bastante alto; tiene problemas para leer con rapidez, y por supuesto le cuesta escribir más que a los demás. Pero escribe mucho mejor que los demás. Richard Ford tarda muchos años en poder terminar un libro, una espera que sus lectores pasamos expectantes y anhelantes. Una espera cuyo final nunca defrauda, porque Richard Ford es una apuesta segura. Richard Ford es el sheriff del cotarro. Así, no dudo en ningún momento en elevarlo al olimpo de la literatura americana actual, un lugar de élite que comparte junto a autores de su misma talla como Philipp Roth, Cormac McCarthy o Paul Auster.
Y ahora vayamos con la novela. Canadá es una auténtica experiencia lectora. Una lección de cómo se escribe una novela. Un manual para alguien que alguna vez se le haya pasado por la cabeza escribir que contiene todos los rudimentos de la narrativa de manera perfectamente ensamblada. Canadá es la obra definitiva de un maestro de la novela. Un libro indispensable. En la obra, Ford realiza de manera sublime el ejercicio de ponerse en el pellejo de un adolescente en los años cincuenta, que vive con su hermana melliza y sus padres, todos de una personalidad tan maravillosamente definida que lleva al lector a quedar completamente atrapado por la red que el sheriff ha tejido en su novela.
Dell Parsons, como decía, es un joven tímido, observador e inocente, que ansía una vida estable que su familia no puede darle a causa del trabajo de su padre, un militar de personalidad apabullante, un embaucador nato de sonrisa deslumbrante. La primera parte del libro nos cuenta la vida de la familia en Estados Unidos, hasta que un negocio sucio les genera una deuda con la mafia india, y que lleva a los padres de Dell a sucumbir a la desesperación y atracar un banco de manera completamente absurda e irracional, algo que marcará el destino de Dell y de su hermana para siempre. De este modo, un joven e inocente adolescente entra en un plan preparado por su madre en caso de que el atraco saliese mal que le lleva a esconderse del Gobierno en Canadá, donde lo ponen a trabajar para un crápula en un hotel situado en lo que parece ser el fin del mundo, en el que cuarentones norteamericanos se alojan para cazar patos, emborracharse y consumir prostitución. Y allí, Dell Parsons tendrá que convertirse en un adulto de golpe y sin anestesia.
Como veis, Canadá es una historia sólida, que habla de manera impresionante sobre la pérdida de la inocencia, la superación de las adversidades y de la desesperación, el tesón, las decisiones difíciles y de cómo diablos olvidar el pasado para mirar al futuro e intentar encontrar la felicidad, algo que en mayor o menor medida a todos nos ha ocurrido alguna vez en nuestra vida. Canadá es, y lo digo sin miedo a exagerar, una de las grandes obras maestras de nuestro tiempo. Avisados quedáis.
En lo referente al estilo, vemos una realismo sucio heredado de Carver o Bukowski al que le han aplicado una pequeña pulverización con productos de limpieza, cuyo resultado es equilibrado y magistral. Descripciones milimétricas, precisas y que mezclan lo rutinario con lo poético. Una prosa ágil y directa fascinante. Pero cabe destacar las reflexiones que el narrador -el propio Dell Parsons al final de su vida-, incluye a lo largo del relato; un marasmo de frases y pensamientos excelentes, que han provocado que mi ejemplar de Canadá haya terminado completamente subrayado, anotado y lleno de papelitos y post-it fluorescentes. Una lección de vida que permanecerá en mi memoria para siempre. Un libro, vuelvo a repetir, indispensable, al que le sigo dando vueltas después de haberlo terminado.
Y vosotros, ¿tenéis un autor al que esperáis como agua de mayo a que publique?
¡Besos y abrazos!
Richard Ford |
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