Llegaron con la noche y dieron tres grandes golpes en la puerta. La puerta tembló y el estruendo se oyó en toda la casa. Ree miró por una ventana y vio a tres mujeres parecidas, pechugonas y carrilludas, con abrigos largos de colores distintos y botas de goma. Antes de abrir cogió la escopeta.
Apuntó el cañón doble a la mujer de Puños, Merab, pero no dijo nada. El arma en las manos era como un rayo sin descargar, y temblaba.
Merab dijo:
- Ven con nosotras, niña...Vamos a arreglar tu problema. -Llevaba las manos en los bolsillos y el pelo apartado de la cara, formando una imponente ola blanca que apenas se movía con la brisa-. Deja eso ahí. No seas tonta, niña.
- En estos momentos lo único que quiero es hacerte un agujero en esas tripas asquerosas.
-Ya lo sé. Por eso te apellidas Dolly. Pero no lo harás. Deja esa escopeta ahí y vente con mis hermanas y conmigo.
Hay novelas de tal crudeza y salvajismo, que atrapan la mente y las entrañas del lector desde la primera hasta la última palabra. Nos secuestran interiormente, e incluso se resisten a soltarnos hasta bastante tiempo después de haber finalizado su lectura. Si es que lo hacen alguna vez. Pues bien, hasta ahora, mi paradigma de este tipo de lectura cruenta y asalvajada era la inigualable Sukkwan Island, pero Los huesos del invierno acaba de llevarse la palma, y con creces. Porque aviso: estamos ante una novela magistral, sublime, literariamente descomunal. Pero vayamos por partes que me emociono.
Poco sabemos en nuestro país de Daniel Woodrell. No figura en ninguna lista de Babelia ni Fnac, y sus novelas no están a la vista en las tiendas. Son de las que hay que dejarse la vista en los lomos de los libros esperando a que les apetezca llamarnos la atención, o incluso de ir buscándolas, es probable que el librero tenga que mandárnosla pedir. Y sin embargo, Woodrell es un enorme escritor. Extraordinario y coherente, calificado por el maestro Dennis Lehane como el "más importante de los escritores menos conocidos de Estados Unidos". De hecho, se ha acuñado un género literario solamente para clasificar sus obras. Es el Country Noir. Muy gráfico.
Los huesos del invierno es, de todos los libros que he leído, el que mejor transmite el frío. Ya desde que echamos la primera mirada hacia su descorazonadora portada, la temperatura baja hasta situarse en el umbral de una aterida inquietud; la nieve está presente en cada una de las páginas incluso de manera implícita. Aunque el narrador no la nombre, nuestra mente la pondrá en los tejados, arcenes y árboles. Helaremos arroyos y lagos sin que Woodrell nos diga que lo están.
En esta obra hay algo mucho más importante que su argumento, que es el entorno en el que transcurre. Todos entendemos más o menos la expresión "América profunda" como lo referente a los cuadros de costumbres de la ruralidad estadounidense. Pues bien, decir que Los huesos del invierno transcurre en la América profunda es quedarse muy corto. Expresado en esta nomenclatura, tendríamos que acuñar como poco el término "América abisal". Woodrell nos pasea por una comarca helada donde la pobreza es extrema en todos los sentidos, de tal modo que la única supervivencia está en la droga. Marihuana los adolescentes, metanfetamina lo más usual entre las familias. Cocinada en el garaje o en cualquier caravana aparcada en un páramo; así, los seres que habitan este relato, esta soterrada sociedad, son la correlación al mundo moderno de lo que fueron sus antepasados con la ley seca, quienes destilaban en sus graneros licores casi de cualquier cosa que no fuese venenosa. Viajamos a la América de los paletos, las relaciones incestuosas, los malos tratos, las violaciones y el tiro en la nuca y manos cortadas al chivato. Es una sociedad atrasada y marginal, anclada en luchas absurdas entre clanes, transpirando una crudeza atávica donde de cuando en cuando alguien aparece tirado en un arcén. Sin preguntas. Solo el amortiguado sonido de la nieve al caer y la turbulencia del olvido.
Argumentalmente, Los huesos del invierno nos cuenta la historia de Ree, una muchacha de dieciséis años que vive en las montañas de Orzark, el más profundo, gélido y siniestro arrabal del estado de Misuri. La situación de Ree se nos presenta al límite. Debe cuidar de sus dos hermanos preadolescentes que comienzan a desviarse del camino y de su madre, enferma mental y postrada en una mecedora mirando al infinito mientras inunda el jersey de baba. Pero el problema es Jessup, su padre. Un cocinero de metanfetamina que frecuenta las peores compañías posibles, exconvicto y en libertad condicional, que ha desaparecido, y de no presentarse en el juzgado en el plazo de un mes, Ree perderá la casa. Lo único que tiene. Así que antes de tener que llevarse a su madre y a los niños a una cueva, Ree, una auténtica niña, comienza su peregrinaje escopeta en mano por toda la región en busca de su padre, que le llevará a llamar a puertas tras las que le aguarda la sordidez hecha carne, oliendo a bourbon y a cocaína. Ree, donde espera encontrar respuestas hallará únicamente desprecio, voces, malas miradas y hasta bofetones. El tiempo juega en su contra y nadie sabe nada de Jessup. Hasta que una noche recibe una pista y comienza a tirar de un siniestro hilo.
Ree es uno de esos personajes que rozan la perfección. Que son personas tangibles. Es una heroína, que nos da una lección de supervivencia y dignidad de principio a fin. Inquebrantable, luchadora, bíblica; podría ser perfectamente extraída de la épica griega, que mostraba héroes altivos, superiores a todos aquellos que les rodeaban. Ree marca al lector y su historia provoca verdadera inquietud y sufrimiento. Es una Ulises moderna, obstinada por luchar contra todo aquello que le sale al paso en su odisea, sabedora de su heroico destino. Obsesionada por triunfar, por ver cómo sus hermanos crecen siendo buenas personas, negando lo que el entorno obligatoriamente les depara. Obsesionada porque su madre pueda seguir mirando por la ventana un día más. Pero agarrada a una tela de araña a punto de partirse. Tras haber concluido la lectura de su historia, de su búsqueda desesperada, Ree ha reforzado mi fe en el poder de la creación narrativa.
En conclusión, me gustaría señalar que aunque el cine le hizo un favor a nuestra novela no ha sido suficiente. El largometraje Los huesos del invierno sorprendió a todo el mundo ganando el Festival de Sundance y recibiendo cuatro nominaciones a los Oscars de 2011. Pero esta novela se merece muchísimo más que eso. Es una obra maestra que hace saltar una esquirla en el corazón del lector. Una esquirla que se pierde para siempre.
Os dejo el trailer de la peli, no tiene muy buena calidad pero no he encontrado otro:
Y vosotros, ¿qué adaptación cinematográfica habéis considerado digna del libro en cuestión? aunque también vale al contrario ¿qué película basada en un libro creéis que lo ha deshonrado vilmente?
¡Besos y abrazos!
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Daniel Woodrell |