jueves, 8 de mayo de 2014

El silencio de los corderos. Thomas Harris



      -¿Una de esas revistas no le ofreció a Lecter cincuenta mil dólares por sus recetas de carne humana? Creo recordar algo de eso -replicó Starling.
Crawford asintió.
       -Starling, escúcheme con toda atención. ¿Me está escuchando?
       -Sí, señor.
Tenga mucho cuidado con Aníbal Lecter. El Doctor Chilton, el director del hospital, le explicará el procedimiento para tratar con él. Siga esas normas al pie de la letra. No se aparte ni un ápice de ellas por ningún motivo. Si Lecter decide hablar, tratará de averiguar todo lo posible sobre usted. Le mueve esa curiosidad que introduce a la serpiente a espiar el nido de un pájaro. No revele nada concreto sobre usted. Ya sabe lo que le hizo a Will Graham.
      -Me enteré por la prensa de lo que sucedió
      -Cuando Will se puso a su alcance, se abalanzó sobre él y lo espanzurró con un cuchillo de linóleo. Le ha quedado una cara que parece un dibujo de Picasso. Y en el psiquiátrico despedazó a una enfermera a dentelladas. Haga su trabajo, pero no olvide ni un instante lo que es ese hombre.
      -¿Y qué es? ¿Lo sabe usted?
      - Solo sé que es un monstruo. Aparte de eso, nadie puede asegurar nada más.





Todo lector necesita de vez en cuando un libro de esos que arrastran como una violenta corriente de agua. Y así es  El silencio de los corderos: frenético. Un río bravo, revuelto de acontecimientos que no da ni un segundo de respiro. Ni un solo descanso. Poco a poco, página a página, la turbulenta historia de la agente Starling se precipita entre las piedras hacia un inevitable remolino ingeniado por el doctor Lecter, por su borroso pasado, y quizás por el mundo en general. Y el lector desciende con ella, la acompaña en su caída incapaz de soltarle la mano. Solamente por comprobar si al otro lado del abismo, bajo el precipicio, finalmente los corderos han dejado de chillar.

Es un hecho notorio que cada ciclo literario requiere inevitablemente poseer sus propios monstruos, que trascienden lo literario y pasan a incorporarse de inmediato al imaginario colectivo de su época. Desde los primitivos Escila y Caribdis ideados por Homero, pasando por los Drácula, Frankenstein o el arcano Chthulu de la tradición gótica, podemos recorrer una senda de seres aterradores incrustados en todas las culturas que va renovándose y actualizándose; es el sino de la ficción. Crear héroes y crear monstruos. Luz y oscuridad, como la vida misma. Esta tradición sería la que hoy día recogerían autores como Stephen King, con su Carrie, su hotel Overlook bañado en sangre y en especial, con It y su aterrador Pennywise. O el que hoy nos ocupa, Thomas Harris, un escritor muy poco prolífico al que le ha bastado apenas con un par de obras para regalarnos a un mito del terror contemporáneo: el doctor Aníbal Lecter.

El silencio de los corderos es una obra marcada irremediablemente por su exitosa adaptación al cine; pero resulta que no la he visto (típica cosa que lleva uno pendiente de hacer veinte años), por lo que mi lectura no se ha visto "contaminada" por la oscarizada cinta.

La novela nos cuenta la historia de Clarice Starling, una estudiante de la academia del FBI que se está especializando en la cuestionada sección de Ciencias del Comportamiento. Una mañana, Starling recibe la visita de uno de los peces gordos del FBI, Crawford, y desde ese día, su vida no volverá a ser la misma. Crawford tiene un encargo muy especial para la inexperta Starling: redactar un informe sobre un preso incómodo y controvertido, famoso en toda norteamérica por haber practicado el canibalismo y que se niega a hablar con nadie: el psiquiatra Aníbal Lecter, quien permanece recluido en un penal de Baltimore bajo una seguridad extrema. Cualquier libertad de acción, cualquier concesión, por mínima que sea, suele acabar en una salvaje agresión a sus médicos o cuidadores.

Pero lo interesante no es solamente que Lecter decida hablar con Starling. Si no que comienza a deslizarle ciertas pistas fiables sobre el mayor quebradero de cabeza de la policía: un asesino en serie, bautizado por la prensa como Buffalo Bill que tira a sus víctimas desolladas a distintos ríos del país. Aunque esta información no será gratuita, ya que a cambio Starling debe contarle a Lecter información sobre ciertos momentos traumáticos de su pasado, en los que Lecter hurgará con la sutilidad de la carcoma. Despacio, con constancia y creando daños a priori indetectables. Todo se precipitará cuando Buffalo Bill secuestra a la hija de una prestigiosa senadora y el misterio del asesino y la vida de la joven dependan de las habilidades de Starling.

En ningún momento podemos llegar a saber qué patología padece Lecter. Su psicopatía y sociopatía están claras, pero Harris ha creado una personalidad única, que nos hace leer sus pasajes con auténtica tensión. Es macabro, rápido, letal y de una inteligencia prodigiosa. Al final, sobre Lecter asaltan ciertas dudas: ¿es su enorme destreza y facilidad para matar placer? ¿es vicio? ¿o es un mero instrumento para hacer del mundo, de su visión del mundo, un lugar mejor?

La novela, bajo ese frenesí narrativo, trata diversos temas aparte de la presentación ofical del psicokiller moderno. En especial, El silencio de los corderos nos habla de redención y de cambio. O de cómo alcanzar la redención mediante el cambio. Bajo estos temas se vuelcan las ansiedades de Starling por su oscura infancia, la obsesión de Buffalo Bill por convertirse en mujer a toda costa, o para hacerle justicia a un gran acierto narrativo de Harris, por convertirse en su madre, una malograda modelo que terminó drogada y rodando pornografía. Vemos a Crawford, el gran jefe, austero y profesional, obsesionado por detener a Buffalo Bill mientras su mujer, en coma irreversible, agoniza postrada en una cama. El cambio lo podemos ver simbolizado en la crisálida que aparece en las garganta de todas las chicas asesinadas, el paradigma de la metamorfosis en la naturaleza simbólica.

A modo de conclusión, diremos que El silencio de los corderos es una obra directa, clara (parece casi un guión de cine), que nos mantiene en vilo durante toda su lectura, generando picos de gran tensión narrativa, y que, como hemos señalado más arriba, nos permite ser testigos de uno de los mitos de la ficción moderna como es Aníbal Lecter. No os la perdáis.

Hoy, pregunta obligada: ¿Cuál es vuestra novela (o personaje) de terror favorita?

¡Besos y abrazos!