sábado, 26 de diciembre de 2015

El primer trago de cerveza y otros pequeños placeres de la vida. Philippe Delerm



"Los domingos por la noche"

...nos preparamos un baño. Un auténtico baño de domingo por la noche, con mucha espuma azul, mucho tiempo para quedarse allí flotando entre dos atisbos algodonosos, brumosos. El espejo del cuarto de baño se empaña, y se reblandecen los pensamientos. Eso sí, olvidarse de la semana que concluye, y más aún de la que va a empezar. Caer en la fascinación de esas diminutas ondas que se forman en las puntas de los dedos arrugados por el agua caliente. Y cuando se vacía la bañera, extraerse de allí. ¿Coger un libro? Sí, más tarde. De momento, un programa de televisión para ir tirando. El más estúpido nos irá de perlas ¡Ah, mirar por mirar, sin causa, sin deseo, sin pretexto alguno! Algo parecido al agua del baño: un embotamiento que amodorra y nos llena de un bienestar palpable. Esa sensación de que ya nos sentiremos a gusto hasta la noche, como un estar en zapatillas mental.

Entonces es cuando asoma el punto de melancolía. Poco a poco el televisor se nos hace insoportable, y lo apagamos. Nos trasplantamos fuera de allí, a veces hasta la infancia, nos invaden vagos recuerdos de paseos a pasos medidos, sobre un fondo de inquietudes escolares y amores quiméricos. Nos sentimos inundados. Es tan intensa como una lluvia de verano esa pequeña nostalgia que se insinúa, ese medio estar que vuelve, familiar. Son los domingos por la noche. Todos los domingos por la noche están ahí, en esa falsa burbuja donde todo flota en lo vago. En el agua del baño emergen las fotos.

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Philippe Delerm reventó el mercado editorial francés con una pequeña obra de apenas cien páginas que imbuye a la fuerza una sonrisa cómplice solo con mirar su título: El primer trago de cerveza y otros pequeños placeres de la vida, porque seas amante de la cerveza (como es mi caso) o no, ya intuyes por dónde va la cosa. Y te gusta. O al menos, te da curiosidad. El caso es que la obra ha permanecido durante años entre los libros más vendidos en Francia, ha recibido premios y llega a España de la mano de Tusquets y sus "Booket" para que todos los amantes de "los pequeños placeres de la vida" (¿quién acaso no lo es?) nos deleitemos con su breve -pero intensísima- lectura.

Bueno, pues el libro cumple exactamente lo que promete, y con un acierto delicioso, exquisito. Estamos ante la literatura de lo sugerente, que se interna en los momentos comunes del ser humano moderno para transmitirnos nuestro gusto por lo pequeñito, por las diminutas cosas de la vida que hacen que continuemos, que nos sintamos felices en lo más importante, nuestro día a día. Porque las grandes metas es posible que estén lejos o que nunca lleguen, pero nuestra mente será plenamente feliz cuando tras una jornada dura de trabajo, junto a un buen amigo, demos el primer trago a una cerveza helada y espumosa.

Así, nos encontramos ante una delicatessen literaria, que nos habla de sensaciones, de nostalgia, de esos momentos en los que nos sentimos la única persona sobre la faz tierra: ir a comprar bollería (en mi caso churros) un frío domingo de invierno por la mañana y picar un poco de camino a casa; leer una buena novela de Agatha Christie y saborear el sugerente ambiente victoriano; el primer jersey calentito que te pones en otoño, o el coche familiar de noche, volviendo a casa mientras nuestro padre conduce; esas siestas de verano  con el Tour de Francia al fondo y más de treinta situaciones que nos evocarán sonrisas, nostalgia, recuerdos que casi pertenecían ya al vacío, y que gracias a esta pequeña maravilla literaria acudirán a la primera fila de nuestra memoria para recordarnos que no hay nada más satisfactorio en el viaje que disfrutar del trayecto.

El estilo de Delerm es magnífico. Impecable. Su voz es tranquila, y se gana de inmediato la complicidad del lector. Transmite paz, nostalgia, la familiaridad de quien ha vivido y disfruta de esas mismas pequeñas cosas con las que todos nos identificamos. Y realmente se agradece que en este mundo rápido, inmediato y cada vez más impersonal, alguien nos recuerde lo mucho que puede evocarnos el olor de la vainilla.

Una gozada de libro, que en sí mismo se convierte en un pequeño placer.

Confieso uno mío: hacer una paella escuchando buena música todos los domingos.

¿Os animáis con los vuestros?

¡Besos y abrazos!



Philippe Delerm

martes, 22 de diciembre de 2015

Voces de Chernóbil. Svetlana Alexiévich




Ningún médico sabía que yo dormía con él en la cámara hiperbárica. No se les pasaba por la cabeza. Las enfermeras me dejaban pasar. Al principio también me querían convencer:
-Eres joven. ¿Cómo se te ocurre? ¡Si esto ya no es un hombre, es un reactor nuclear! Os quemaréis los dos. -Y yo corría tras ellas como un perrito. Me quedaba horas enteras ante la puerta. Les rogaba, les imploraba. Y entonces ellas decían: “¡Que te parta un rayo!¡Estás loca perdida!”.
Por la mañana, antes de las ocho, cuando empezaba la ronda de visitas médicas, me hacían señas desde detrás de la cortina: “¡Corre!”. Y yo me iba durante una hora al hotel. Pues desde las nueve de la mañana hastsa las nueve de la noche tenía pase […]
Mientras yo estaba con él… No lo hacían. Pero cuando me iba, lo fotografiaban. Sin ropa alguna, desnudo. Solo con una sábana ligera por encima. Yo cambiaba cada día esa sábana, aunque, al llegar la noche, estaba llena de sangre. Lo incorporaba y en las manos se me quedaban pedacitos de su piel; se me pegaban. Yo le suplicaba:

-¡Cariño! ¡Ayúdame! ¡Apóyate en el brazo, sobre el codo, todo lo que puedas, para que alise la cama, para que te quite las costuras, los pliegues! -Cualquier costurita era una herida en su piel. Me corté las uñas hasta hacerme sangre, para no herirlo.



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Svetlana Alexiévich ha pasado en un abrir y cerrar de ojos de la última fila de butacas a subirse a un escenario donde el mundo entero posa su mirada sobre ella. Y es que Svetlana Alexiévich es nuestra flamante Premio Nobel de literatura 2015, una desconocida que vuelve a reventar todas las quinielas. Hoy traemos a Pseudoficciones Voces de Chernóbil (Crónica del futuro) con el propósito de descubrir un pedacito de su obra.

Alexiévich no es una escritora de ficciones al uso, puesto que ella es periodista, por lo que la obra que traemos (y por lo que leo en diversos artículos) tira más por la vereda de la crónica periodística, aderezada con una delicadísima pátina literaria que convierte un reportaje en algo bello y magistral. Así, Voces de Chernóbil es una novela documental, polifónica, que no me ha podido dejar más sobrecogido.

Es completamente imposible reflejar en esta breve reseña la profundidad, significado, dureza, trascendencia y repercusión emocional que transmite Voces de Chernóbil al leerlo. Os digo de antemano que es una obra que impresiona muchísimo y que no es un libro que uno lee: es un libro al que uno se enfrenta. Es un libro que te mira de frente y te cuenta a la cara un sufrimiento descomunal sin filtro. Sin azúcar. Sin nada que amortigüe el impacto. Porque quien habla son los afectados directamente por la catástrofe de Chernóbil, cuyas voces se alzan sin censura gracias a la profundísima labor de investigación, de empatía y de humanidad que Alexievich ha llevado a cabo durante los ¡casi veinte años! que le llevó escribir el texto. Con un resultado dramático, como ya podéis ver en el texto que he elegido para la cabecera, narrado por la esposa de un bombero, y cuya conclusión está más abajo. Nuestra obra no es un libro sobre el accidente de Chernóbil. Es un libro sobre el mundo de Chernóbil.

El 26 de abril de 1986, el cuarto reactor de la central nuclear de Chernóbil explotó, causando un gran desconcierto entre la población debido a la falta de información. Se hablaba de humo, de fuego. De algo de radiación que podría curarse con leche o con yodo. Es necesario recordar que Chernóbil está en Ucrania, y que a la luz de la historia, fue allí donde se produjo el "accidente". Pero la realidad es que Bielorrusia, un país sin centrales nucleares, basado en la majestuosa ruralidad de sus bosques y en el trabajo duro de la la tierra, fue el principal afectado por la debacle de la central. La Segunda Guerra Mundial acabó con 619 aldeas bielorrusas. La tragedia de Chernóbil con 485, muchas de las cuales fueron enterradas bajo tierra conforme las evacuaron sus habitantes. Pero las voces de sus afectados fueron silenciadas. Unas voces que gracias a Svetlana Alexiévich tienen por primera vez la palabra, quizás temblorosas pero dispuestas a contarnos aquello que ocurrió y que permanece aún agazapado en el ambiente.

Así, la autora calla, escucha y transcribe lo que tiene que contarnos un colectivo de personajes amplísimo, un auténtico coro, llegando incluso a crear un nuevo tipo de hombre como concepto: el hombre de Chernóbil (entiéndase hombre y mujer). Un ser que ha padecido la tragedia de forma directa, que la está padeciendo en la actualidad, o que la padecerá con seguridad en el futuro. Hablan campesinos, que siguieron comiendo patatas contaminadas porque no se creían aquello que no veían. Hablan madres cuyos hijos nacieron sin orificios en el cuerpo. Hablan los pocos liquidadores que quedan aún vivos, aquellos héroes artificiales inventados por el gobierno soviético para que dieran su vida ahogando las fugas del reactor. Hablan esposas, hablan profesores de física que no dan crédito a la gestión de Moscú. Hablan aquellos que saquearon las aldeas abandonadas. Hablan los soldados que antes de clausurar un pueblo mataban a todos los animales. En definitiva, hablan los olvidados por la historia. Y sus voces hacen daño al leerlas.

Además, la tesis principal que podemos extraer del libro es que Chernóbil fue mucho más que un conflicto, un accidente, una guerra (ojo que se intentó plantear así) o un hecho que fue limpiado y enterrado como las aldeas de los campesinos. Chernóbil es, desde el punto de vista de la duración de la vida humana, eterno. "Los radionúclidos diseminados por nuestra Tierra vivirán cincuenta, cien, doscientos mil años. Y más". Es algo que resulta aterrador

Por eso hay que leer Voces de Chernóbil sabiendo a lo que uno se enfrenta. No es un libro agradable, que según el estado de ánimo del lector puede causar estragos. Aún así, es encomiable que se nos cuente de forma tan clara la verdad. La de aquellos que padecieron semejante barbaridad. De hecho, hoy día sigue prohibido en Bielorrusia, donde, misteriosamente, desaparecieron todos los libros de física de las bibliotecas públicas justo después del accidente.



Siempre vengo a verlos con dos ramos: uno es para él y el segundo lo pongo en un rinconcito para ella. Yo la maté. Fue mi culpa. Ella, en cambio…Ella me ha salvado. Mi niña me salvó. Mi niña me salvó desde mi vientre. Recibió todo el impacto radiactivo, se convirtió, como si dijéramos, en un receptor de todo el impacto. Tan pequeñita. Una bolita [pierde el aliento]. Ella me salvó, pero yo los quería a ambos. ¿Cómo es posible? ¿Cómo se puede matar con el amor?¿Por qué están tan juntos? El amor y la muerte ¿Quién me lo podrá explicar? [calla largo rato]


Y a vosotros, ¿qué libro os ha impresionado tras su lectura?


Svetlana Aleixiévich

lunes, 14 de diciembre de 2015

Buenos días, tristeza. Françoise Sagan


A la vuelta, declaró que la señora era encantadora. Yo prorrumpí en imprecaciones contra esa clase de ancianas. Ambos se volvieron hacia mí con una sonrisa indulgente y divertida que me sacó de mis casillas:
     -No os dais cuenta de que está satisfecha de sí misma -grité-. De que se enorgullece de su vida porque tiene la sensación de haber cumplido con su deber y...
     -Y es así -dijo Anne-. Ha cumplido con sus deberes de madre y esposa, como suele decirse...
     -¿Y con su deber de puta? -dije.
     -Me desagradan las groserías -replicó Anne-, aunque sean paradójicas.
     -Si no hay ninguna paradoja. Se casó como se casa todo el mundo, por deseo o porque toca hacerlo. Tuvo un hijo, ¿ya sabes cómo vienen los hijos?
     -Supongo que menos que tú -ironizó Anne-, pero alguna noción tengo.
     -Bien, pues educó a ese hijo. Probablemente se ahorró las molestias y las angustias del adulterio. Ha llevado la vida que llevan miles de mujeres y se siente orgullosa, ¿comprendes? Se hallaba en la situación de joven burguesa esposa y madre y no ha hecho nada para salir de ella. Se jacta de no haber hecho esto o aquello y de no haber realizado algo
    -No tiene mucho sentido lo que dices -observó mi padre
     -Es un espejo -grité-. Una se dice después: "He cumplido con mi deber" porque no ha hecho nada. Si, nacida en su ambiente, se hubiese convertido en una mujer de la calle, sí que habría tenido mérito.
     -Repites cosas que están de moda pero que son insustanciales -dijo Anne.

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Françoise Sagan fue una escritora cuya biografía y personalidad merecen un ratito de conversación (aunque este no sea el lugar). Una mujer singular, amante sin límites del alcohol, el juego y los coches veloces, que con Buenos días, tristeza, escrita con tan solo dieciocho años, sacó los colores a la acomodada burguesía francesa de la que ella misma formaba parte. Sagan, cuyo apellido es un seudónimo extraído de un personaje secundario Proust, ya que se apellidaba realmente Quoirez, obtuvo su primer trabajo en la revista "Elle", para la que hacía crónicas sociales del sur de Italia; unas crónicas que comenzaban con la expresión Buenos días, seguida del lugar del que se hacía la crónica. Dicha costumbre podría dar título a nuestra obra, que también se corresponde con un verso de un poema existencialista. Sea como sea, vayamos un rato a la playa.

Y es que la ambientación del libro es deliciosa, así como sus protagonistas. Cecile es una adolescente díscola y consentida que acaba de ser expulsada del internado con la connivencia de su padre, Raymond, un viudo, atractivo y adinerado burgués de cuarenta años que tiene por castigo gustar a las mujeres. Así, el libro comienza cuando Cecile, Raymond y Elsa, la exuberante aunque mentalmente limitada amante de turno empiezan sus tórridas y sensuales vacaciones en una mansión de la costa francesa. Playa, alcohol y lujos sin límites, que parece posicionar a Françoise Sagan en el debate sobre la intelectualización de la burguesía francesa de la época en un rotundo "no".

Así, la novela profundizará en el sentido de "posesión" que Cecile tiene sobre su padre, la relación de complicidad entre ambos basada en el lujo y las distracciones fáciles, la huida de las responsabilidades y el caos moderado y consentido; la tercera pieza de este primer triángulo, Elsa, la pelirroja despampanante, será una mera atracción para ambos, un bonito adorno que los acompaña y los hace aún más guapos y encantadores. Y digo primer triángulo porque la acción de la novela se precipitará con la llegada a la mansión de Anne, una amiga de la difunta madre de Cecile que aterrizará como un cataclismo en las vidas del padre y de la hija. Una mujer radiante, madura, culta, que pretenderá, según Cecile, usurpar el vacío que supuestamente dejó su madre al morir. Algo que ella no quiere. Y a partir de aquí asistiremos a un plan maquiavélico del que no revelaremos más detalles con el que Cecile pretende eliminar a Anne, la perturbación real que pretende acabar con la idílica relación que mantiene con su padre y que comienza a hacerse con el control de la situación familiar poco a poco. Incluso obliga a la pobre Cecile a estudiar: "Ellos tenían una noche de amor. Yo tenía a Bergson", llega a decir en pleno ataque de ira.

Tras los hechos que van ocurriendo en la novela, me ha impactado mucho una de las lecciones que Cecile extrae de la experiencia que ha vivido (y ha hecho vivir a los demás personajes). Un lugar por el que todos hemos pasado alguna vez en nuestro desarrollo emocional. Cecile se da cuenta de que puede herir sentimientos. Y esa es una de las conclusiones dramáticas de la obra: "comprendí bruscamente que había dirigido mis ataques contra un ser vivo y no contra un ente", reflexiona en uno de sus monólogos interiores. Y es que a Cecile se le va el juego de las manos, y mucho.

Como casi todas las obras literarias, Buenos días, tristeza, puede leerse en diversas claves que proporcionan diferentes versiones del relato. Vemos la complejidad de las relaciones padre-hija, una crítica hacia la frivolidad de la burguesía francesa, que idolatra a Camus en público y lo repudia en privado, y contemplamos también unas interesantes escenas de complejidad amorosa donde sobresale especialmente el personaje de Elsa, la modelo mantenida. El súmmum de la inocencia.

En definitiva, estamos ante una obra muy apetecible, un puñetazo literario en toda regla disfrazado de dulce caricia, y que a priori no parece condensar tantos temas como podemos descubrir una vez finalizada su lectura. El estilo ayuda muchísimo, pues es tan directo y efectivo que roza lo cinematográfico. Y las playas de la costa francesa, los tórridos pinares adyacentes, las puestas de sol con una copa de champán y las serpeantes carreteras nocturnas iluminadas por el fulgor de la luna, una gozada. ¡A leer!

Y vosotros, ¿qué obra con ambiente playero recomendáis?

¡Besos y abrazos!


Françoise Sagan: "El dinero no da la felicidad, pero prefiero llorar en un Jaguar a hacerlo en un autobús"


martes, 8 de diciembre de 2015

Carta de una desconocida. Stefan Zweig



Sólo quiero hablar contigo, decírtelo todo por primera vez. Tendrías que conocer toda mi vida, que siempre fue la tuya aunque nunca lo supiste. Pero sólo tú conocerás mi secreto, cuando esté muerta y ya no tengas que darme una respuesta; cuando esto que ahora me sacude con escalofríos sea de verdad el final. En el caso de que siguiera viviendo, rompería esta carta y continuaría en silencio. Igual que siempre. Si sostienes esta carta en tus manos, sabrás que una muerta te está explicando aquí su vida, una vida que fue siempre la tuya desde la primera hasta la última hora.


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He de reconocer que las historias de amor etiquetadas como tal me dan muchísima pereza. Pero una cosa es una etiqueta, algo que está bien para tomar como referencia, y otra cosa muy diferente es que Stefan Zweig esté por medio. Porque todo lo que ha hecho Stefan Zweig es impresionante, historias de amor incluidas.

Stefan Zweig fue un escritor de renombre en la Austria y en la Europa de principios de siglo. No obstante, su figura en la actualidad se encuentra de forma inmerecida en un lugar claramente secundario, aunque la fantástica editorial Acantilado está poniendo su granito de arena en  devolver al austriaco al lugar que se merece con una preciosa reedición de sus obras. Zweig fue todo un personaje. Un hombre de una sensibilidad apabullante, que brota en lo personal y que evidentemente inunda sin remedio su quehacer literario con una prosa bella y trascendente, que profundiza en las principales inquietudes humanas a través de historias en apariencia sencillas. Zweig padeció los horrores del nazismo, y decidió junto a su esposa acabar con sus vidas ante la contemplación de semejante atrocidad humana. Zweig es, sin lugar a dudas, la sublimación de lo sensible.

La premisa de Carta de una desconocida es simple. Un afamado escritor regresa a su hogar de uno de sus múltiples viajes y encuentra en su correspondencia un abultado sobre. La transcripción de dicha carta constituirá la totalidad del relato; un relato en el que una mujer, cuyo nombre no conoceremos en toda la narración, revela, en el lecho de su muerte prematura, el descomunal y obsesivo amor que ha sentido por el escritor desde que era una niña. Un amor demencial, que la ha llevado a renunciar a todo. Al sueño, y pasarse las noches sin dormir esperando que él (mujeriego y amante de la noche y los excesos), regrese a su residencia borracho y probablemente con compañía. A su familia, a quien dejó atrás cuando decidieron iniciar una nueva vida en Innsbruck, para seguir viviendo cerca de su enamorado. A cuantas oportunidades de amor aparecieron en su vida, las que considera, por supuesto, una traición hacia el escritor. Él, por su parte, jamás ha reparado en ella, aunque con la lectura de la carta se da cuanta de que, de una manera u otra, sus destinos se han cruzado muchas más veces de las que es consciente.

Tema aparte es su estilo, de una exquisitez literaria en la que Zweig demuestra una vez más que es un escritor soberbio, elegante y ágil, lejos de lo sobrecargado y ostentoso de su época. Una auténtica delicia que no podremos parar de leer. Una joya literaria.

En definitiva, lo que tenemos delante es una reconcentrada, intensa y aparentemente plana
-aunque trágica- historia amorosa, que estoy seguro de que posee tantas dobleces, lecturas e interpretaciones como experiencias amorosas y sentido del hecho de amar que tenga la persona que está al otro lado del papel, pues va mucho más allá del amor platónico y enfermizo que en apariencia se nos está contando. Y solamente por ello merece ser leída. Porque parte del bagaje amoroso de cada uno de nosotros está ahí plasmado de una forma u otra. Vemos el choque brutal de dos polos opuestos, encarnados en las actitudes de los dos personajes de la obra, cuyas maneras de comportarse nos darán mucho que pensar, especialmente después del sublime final de la novela. Una delicia.

Y vosotros, ¿recomendáis alguna historia de amor?

¡Besos y abrazos!

Stefan Zweig





jueves, 3 de diciembre de 2015

Nada se opone a la noche. Delphine de Vigan



     Tras varios meses, cuando por fin parecía estabilizada, Lucile salió de la clínica. Volvió al piso de la calle Faubourg-Montmartre y a su trabajo, pero solo el tiempo necesario para poner en marcha su proceso de despido.

     Poco antes del verano, llegó para nosotras el momento de ir a verla. El fin de semana había sido organizado con mucha antelación, se había previsto que no estuviese sola para ir a recogernos. Gabriel nos llevó a la estación de Verneuil-sur-Avre. En el coche lloramos los tres.

     Lucile estaba allí, al final del andén, en medio del vaivén de la muchedumbre, minúscula silueta rubia envuelta en un abrigo azul marino. Lucile estaba allí, acompañada por Violette y una amiga, muy cerca de nosotras, y de pronto no hubo otro rostro que el suyo, pálido, delgado. Lucile nos besó sin efusión, ninguna de nosotras sabía qué hacer con sus brazos y nuestras piernas apenas alcanzaban a sostenernos.
     Nos marchamos hacia la boca de metro. Lucile cogió la mano de Manon, caminaba delante de mí, yo la observaba por detrás, lo endeble, frágil y rota que parecía. Se volvió hacia mí. Me sonrió.
     Lucile se había convertido en una cosita desmenuzable, recompuesta, remendada, en realidad irreparable.
     De todas las imágenes que conservo de mi madre, ésta es seguramente la más dolorosa.



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Tanto aquellas personas con las que suelo hablar de libros como aquellas que siguen este blog, saben, o al menos estoy seguro de que pueden intuirlo, que soy un lector muy agradecido. Considero cada libro como una oportunidad para aprender, conocer, explorar los mundos imaginados por otros, y en definitiva, enriquecerme. Por eso tiendo a resaltar virtudes y a minimizar carencias. Digo esto porque mi carácter de lector enfático no debe tenerse en cuenta en esta reseña, ya que estamos ante una lectura muy especial. Estamos ante uno de los mejores libros que he leído nunca.

No suelo prodigarme en historias reales, soy un lector muy de ficciones, pero Nada se opone a la noche constituye la más bella excepción que pueda hacer en esta costumbre. Nada se opone a la noche es emoción, es dolor, es amor, es búsqueda, es perseverancia, es felicidad, es tristeza y es alegría. Nada se opone a la noche es muchas cosas. Cientos. Pero ante todo, es una de las historias de redención más impresionantes que jamás he leído. Pero empecemos por el principio que tengo mucho que contaros.

Delphine de Vigan encontró a su madre muerta en su apartamento. Aparentemente se había suicidado. Tras la angustia y el sufrimiento lógicos que le generó la situación, se embarcó en la durísima tarea de reconstruir el enigma que fue la existencia de Lucile, su propia madre. Con esta premisa, grabó cientos de horas de entrevistas con todos los familiares directos e indirectos, rescató cartas, notas, fotografías, poemas, dibujos, partes médicos, y también desenterró algunas cosas que su familia, enorme y bastante peculiar (en realidad, qué familia no lo es, de un modo u otro) había luchado para que permaneciesen en el sótano del olvido.

El resultado de la investigación es esta obra de arte que ya de primeras llama la atención con su portada. Una mujer vestida de negro, atractiva y de mirada misteriosa fuma y ofrece una sonrisa velada, difusa. Esa mujer es Lucile, la madre de Delphine, la persona que más la hizo sufrir mientras vivió. La persona que hizo que se forjase un carácter de luchadora prácticamente a la fuerza. Una enferma mental prodigiosa, capaz de lo mejor y de lo peor.

Nada se opone a la noche está estructurada en tres partes. La primera de ellas incluye la infancia de Lucile, donde sus padres (Georges y Liane) cobran casi todo el protagonismo. Está escrita en tercera persona, y narra las venturas y desventuras de Liane, una mujer obsesionada con traer niños al mundo, los momentos felices en la vida de Lucile, su infancia como modelo de ropa infantil y varias muertes prematuras y traumáticas que marcarían el destino de la familia. Al final de esta parte ya estamos completamente inmersos en la mitología familiar de los Poitier.

La segunda parte narra la independencia de Lucile con la pequeña Delphine y su hermana Manon a su cargo. Vemos a unas niñas llevando una existencia caótica, sin horarios, en ambientes de fiestas y drogas, recorriendo a deshoras las calles de París y viviendo también momentos de enorme felicidad junto a Lucile, una mujer radiante, magnética y profundamente infeliz, que no parece comprender muy bien el funcionamiento del mundo.

Finalmente, en la tercera parte nos adentraremos en la edad adulta de la escritora, cuando Lucile vivió su definitivo descenso a los infiernos, materializado a accesos de locura desgarradores, internamientos en psiquiátricos, paranoia, y a su vez, ramalazos de ternura y genialidad conmovedores; esta vorágine nos llevará a cerrar el círculo y llegar al comienzo de la novela. A su suicidio.

Son especialmente brillantes las paradas que la escritora hace en la narración para contarnos lo que para ella está suponiendo escribir esto. Delphine está sufriendo. Sabe que su familia va a sufrir cuando lo lea, e incluso no sabe qué familiares dejarán de hablarle cuando esté publicado. Pero no puede parar. O lo saca o el dolor acabará con ella. Así que escribe y escribe como homenaje a esa extraña persona que fue Lucile, como terapia para sí misma y llegar a comprender mejor su lugar en el mundo a través de lo que le ha tocado vivir.

Como vemos, es una historia dramática, sí. Pero quizás suene más de lo que en realidad es. Lo cierto es que la mezcla está muy bien hecha por parte de su autora, de tal modo que lloraremos y sonreiremos por igual. Y al finalizar el libro, miraremos de nuevo la portada. Miraremos a esa muchacha rubia que fuma con otros ojos y probablemente pensemos que la vida es algo extraño y maravilloso.

¡Besos y abrazos!

Delphine de Vigan






martes, 1 de diciembre de 2015

El corazón de las tinieblas. Joseph Conrad


Conseguí el nombramiento, por supuesto, y muy pronto. Al parecer, se habían recibido noticias en la compañía de que uno de los capitanes había sido asesinado durante una refriega con los nativos. Era mi oportunidad, y con ella aumentó mi impaciencia. Solo muchos meses después, cuando intenté recuperar los restos del cadáver, me enteré de que el origen de la disputa había sido una desavenencia acerca de unas gallinas. Sí, dos gallinas negras.

Fresvelen (así se llamaba el tipo, un danés) se sintió estafado por el negocio, así que desembarcó y comenzó a golpear al jefe del poblado con un palo. Oh, no me sorprendió en lo más mínimo escuchar esto y que al mismo tiempo me contaran que Fresvelen era la persona más tranquila y amable que jamás existió sobre la tierra. Seguro que lo era, pero había pasado ya un par de años allí comprometido con la noble causa y probablemente sintió por fin la necesidad de imponer su dignidad de algún modo. Así que, sin la menor compasión, le dio una paliza al viejo negro mientras su gente los miraba atónita, hasta que un hombre (el hijo del jefe, según me dijeron), desesperado de oír gritar al pobre viejo, probó a arrojarle al hombre blanco una lanza, que, por supuesto, lo atravesó limpiamente entre los omoplatos.

A continuación el pueblo entero huyó a la selva temiendo todo tipo de calamidades, mientras que, por otro lado, el vapor que capitaneaba Fresvelen huía a la carrera mandado, según creo, por el maquinista. Después, nadie pareció preocuparse mucho por los restos de Fresvelen, hasta que llegué yo y ocupé su puesto. No podía olvidar el asunto sin más, pero cuando por fin tuve la oportunidad de encontrarme con mi predecesor, la hierba que crecía entre sus costillas era lo suficientemente alta como para ocultar sus huesos.


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El corazón de las tinieblas es una novela que experimentó una segunda juventud a partir de los años ochenta gracias a ser el texto en el que se basa Apocalypse Now, una de las películas más aclamadas de la historia del cine, donde Coppola nos mostró la crueldad del alma humana con el trasfondo de la Guerra de Vietnam. El autor del texto original, Joseph Conrad, fue un novelista polaco que adoptó el inglés como lengua literaria y la inglesa como su nueva nacionalidad, huyendo del temido reclutamiento militar ruso. En dicha huida, Conrad descubrió un excepcional espíritu aventurero que lo llevaría a surcar medio mundo, y así, muchas de sus obras fueron alumbradas merced a sus intensas experiencias. Es el caso de la que nos ocupa.

El corazón de las tinieblas es una novela que deja una sensación extraña -en el cuerpo y en el alma- tras su lectura. Confunde, aturde, empapa con su negrura nuestros estratos más profundos. Es agradable y es desagradable. Es corta y se hace larga. Encanta y se odia por igual. Es profunda y anecdótica. Es ambigua. Es auténtica. Y por ello es una lectura muy recomendada, que nos hace asomarnos a la desgarradora realidad que se vivió en las colonias africanas del XIX. Hay una palabra que flota sobre el ambiente durante toda la narración como una nube sombría y amenazante, y es precisamente una palabra que no aparece en todo el libro: Congo.

La historia comienza con una interesantísimo baile de narradores que me ha parecido brillante. Un narrador desconocido se encuentra en Londres, surcando el Támesis a bordo de un barco junto a otros marinos. Tras una reflexión desconcertante acerca de la fascinación que tuvo que sentir la primera nave romana que encontrase ese mismo lugar, vasto y agrio, que ahora la civilización abruma delante de su barco, un tal Marlow, marinero curtido y gran narrador de anécdotas que simboliza al propio Conrad, toma la palabra para relatar aquella vez en la que se sintió igual que el capataz romano, el día que se asomó al confín del mundo, al corazón de las tinieblas.

La narración de Marlow está basada en la propia experiencia de Conrad en la exploración que llevó a cabo en Congo Belga que Leopoldo II explotaba como una empresa privada para su lucrativo emporio de marfil disfrazado de campaña humanitaria, cuyo carísimo coste humano y natural apenas llegaba a occidente, quien vivía tranquilo y con su perpetua venda sobre los ojos.

Marlow cuenta una oscura aventura en la que, empleado a bordo de un barco de vapor, debe remontar el río Congo para traer de vuelta a un extraño trabajador de la compañía, un tal Kurtz, que parece hacer perdido el norte a pesar de que desde su posición en lo más profundo de la selva, fluye hacia las sedes de la empresa belga una cantidad inusitada de marfil. Tantísimo, que incluso la propia compañía empieza a cuestionarse los métodos de Kurtz.

Kurtz es un personaje simbólico, que viene a representar la oscuridad del ser humano, al que se opone Marlow, la luz que pretender alumbrar las tinieblas. Su presencia se va retrasando en el relato con una expectación magistral, hasta el punto de que cuando Marlow se encuentre por fin con Kurtz, una punzada nos recorra la espalda. Y es que Kurtz es un ser casi mitológico, geométricamente destrozado, irregular, que se ha convertido en una especie de dios para los indígenas y que se halla en un estado de locura desgarradora. Y así, todos los personajes que Marlow va encontrando en su negra aventura pueden ser interpretados como símbolos. El director de la compañía, el arlequín, la mujer salvaje... todos representaciones de aquel terror que se escondía en las profundidades de la África más olvidada.

El estilo de Conrad es complejo, para qué engañarnos. Por lo visto la traducción de la obra es muy complicada (ninguna pega de la cuidada edición ilustrada de Mondadori) pues suma dos elementos que aportan dificultad al texto: el estilo en sí de Conrad, que probablemente buscase el nuevo lugar de la novela tras el hastío de la literatura realista, y su inglés, una lengua no materna, impostada y retorcida en exceso. Aún así, cumple de sobra y recrea a la perfección el horror de la aventura africana de Marlow.

Y termino. El corazón de las tinieblas es una especie de pesadilla literaria. Oscura, sudorosa y cruel. Una gran novela, que nos hace asomarnos a un lugar al que poca gente se asomó en su momento. Pero Conrad lo hizo y creo que deberíamos contemplar las vistas, por muy atroces que sean. Al fin y al cabo, nuestra historia muchas veces prevalece en forma de ficciones.

Y vosotros, ¿qué novela basada en un hecho real os ha conmovido?

¡Besos y abrazos!

Joseph Conrad





martes, 24 de noviembre de 2015

Bestiario. Julio Cortázar




     Lo recordaré siempre con claridad porque fue simple y sin circunstancias inútiles. Irene estaba tejiendo en su dormitorio, eran las ocho de la noche y de repente se me ocurrió poner al fuego la pavita del mate. Fui por el pasillo hasta enfrentar la entornada puerta de roble, y daba la vuelta al codo que llevaba a la cocina cuando escuché algo en el comedor o en la biblioteca. El sonido venía impreciso y sordo, como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de conversación.
     También lo oí, al mismo tiempo o un segundo después, en el fondo del pasillo que que traía desde aquellas piezas hasta la puerta. Me tiré contra la puerta antes de que fuera demasiado tarde, la cerré de golpe apoyando el cuerpo; felizmente la llave estaba puesta de nuestro lado y además corrí el gran cerrojo para más seguridad.
     Fui a la cocina, calenté la patita, y cuando estuve de vuelta con la bandeja del mate le dije a Irene:
     -Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado la parte del fondo.
     Dejó caer el tejido y me miró con sus graves ojos cansados.
     -¿Estás seguro?
     Asentí.


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Hacía tiempo que quería traer Bestiario a Pseudoficciones, pues la considero una obra fundamental y completamente indispensable para el establecimiento de ciertas bases de la literatura y de la ficción modernas. Bestiario es una obra impresionante, casi fundacional, donde Cortázar es capaz de dejarnos sin aliento, reflexionando durante días y releyendo una y otra vez cada uno de los ocho pequeños relatos que componen el volumen, especialmente como pequemos de lectores inocentes en exceso que esperan encontrar un libro de cuentos, sin más. Y es que los cuentos de Cortázar tienen trampa, y mucha.

Julio Cortázar no es un autor que requiera una presentación especialmente rebuscada. Fue uno de los grandes agitadores del literatura del siglo XX, cuyo legado va mucho más allá de lo literario, pese a que una de sus obras, por romper con ciertas convenciones de la novela hasta la fecha haya pasado a la historia como una excéntrica genialidad: Rayuela. Además, Cortázar forma parte de la exclusiva nómina de autores latinoamericanos que comenzaron a ver el mundo con otros ojos, en un fenómeno que fue conocido como el Boom hispanoamericano junto a García Márquez, Vargas Llosa, Carlos Fuentes y muchos otros nombres de peso. Por diferencias con el gobierno argentino, Cortázar pasó la mayor parte de su vida en Europa, especialmente en París, donde localizará numerosos de sus relatos a partir de los años sesenta.

Como decía, Bestiario es una obra impresionante donde, en apenas 140 páginas, Julio Cortázar hace que nuestra realidad se tambalee de un modo magistral, consiguiendo algo magnífico, único, como es reinventar el género de la literatura fantástica. Hasta la fecha, la literatura fantástica se definía como la opuesta a la literatura realista, es decir, aquella que pretende imitar a la realidad. Afirma Todorov que "lo fantástico es la vacilación, el temor experimentado por un ser que no conoce más que las leyes naturales, frente a un acontecimiento sobrenatural". Es una definición completamente plausible hasta la llegada de autores como Kafka y su Metamorfosis, que inaugurará una manera totalmente nueva de ver la fantasía que Julio Cortázar sublimará aquí en Bestiario. Y es que los personajes de Cortázar viven en un mundo completamente normal, como el tuyo y el mío, pero les ocurren cosas  sobrenaturales, cosas que desafían el orden lógico del mundo, y en lugar de sorprenderse, lo aceptan con total normalidad, lo que constituye una novedad que cambiará la ficción para siempre, y que asentará entre otras cosas los cimientos del celebrado "realismo mágico".

Para entendernos, los relatos de Cortázar en Bestiario funcionarían como un puente. El lector va caminando en una dirección, leyendo sobre lo sólido, sobre el mundo que conoce. Pero por debajo, y en sentido contrario, fluyen aguas que apenas se intuyen, se oyen como un eco, y que vienen a agregar el elemento sobrenatural al relato. Reseñemos rápidamente los cuentos:


  • Casa tomada es uno de los relatos más conocidos de la literatura universal, y uno de mis favoritos del volumen. Una pareja de hermanos vive con aparente armonía en una casa grande. Pero de pronto, y sin que ellos parezcan inmutarse, "algo" desconocido conquista una habitación de la casa, a la que ellos nunca más podrán entrar. Y ahí no se quedará la cosa, porque "lo desconocido" es insaciable. El relato me sugiere cierto paralelismo con las conquistas bélicas y las expulsiones que estas suelen acarrear hacia los que se convierten en refugiados y expulsados. Una maravilla
  • Carta a una señorita en París es un relato extraño. Un hombre está viviendo circunstancialmente en el apartamento parisino de una amiga, a la que le escribe una carta contándole su gran secreto, que está haciendo que el apartamento se vea cada vez más deteriorado: de vez en cuando, entre grandes angustias, vomita un conejito. Sí, sí, un conejito. De verdad. Y lo malo es que cada vez vomita más y más conejitos que no se atreve a matar.
  • Lejana ofrece tal sorpresa al final que poco revelaré del argumento. Es el relato más difícil de leer, y en él, una señorita de la alta sociedad, Alina Reyes, tiene visiones y sueños de una señorita que parece ser una especie de indigente que vive en Budapest. Las visiones la atormentan de tal modo que buscará la manera de ir a Hungría a reunirse con lo que parece ser su destino.
  • Ómnibus es una obra de arte llena de simbolismo. Una muchacha se monta en un autobús cuyo destino final es el cementerio. Por ello, no le extraña que todo el mundo lleve un ramo de flores. Pero poco a poco, a medida que se va montando gente, todos comienzan a mirar descaradamente a la protagonista, hasta el punto de ejercerle una presión desquiciante. Pero un muchacho sin ramo también sube al autobús y comienzan a apoyarse el uno al otro.
  • En Cefalea, vemos la aventura paranoica de unos criadores intensivos de mancuspias, un animal inventado por Cortázar para este relato, y que comenzarán a provocar molestias físicas en la pareja de cuidadores que no saben como detener. Para colmo, se encuentran aislados del mundo
  • Circe hace clara referencia a la hechicera que en La Odisea envenenaba a los viajeros con sus pócimas. Aquí vemos una reinvención del mito por parte de Cortázar, plasmado en la figura de Delia, una muchacha que llora la muerte (supuestamente casual) de sus dos últimos novios. El protagonista del relato, desoyendo los consejos de todos sus amigos, familiares y conocidos, comienza una relación amorosa con Delia, quien cocina ricos platos para él.
  • Las puertas del cielo nos introduce en el ambiente de los clubes y de la juerga bonaerense, donde el protagonista acompaña a su amigo Mauro, quien acaba de perder a su pareja, una joven retirada del mundo del espectáculo que acaba de morir de tuberculosis. El mundo de los vivos y el de los muertos se fusionarán en una noche de locura
  • Bestiario es el cuento que da título al libro, y constituye un cierre magistral de la obra. Isabel es una adolescente que va a veranear a la casa de campo de los Funes, una hacienda grande y agradable. Mientras vamos siendo testigos de las tensiones familiares, hay un elemento que va condicionando la vida de la familia: un tigre anda suelto por la casa, y los trabajadores de la hacienda miran cada día en qué habitación está el tigre para que la familia no la ocupe.

Como vemos, son relatos peculiares, complejos hasta donde nosotros queramos complicarlos a base de encontrar símbolos e interpretaciones, pero que sin duda pienso que todo amante de la ficción debería leer como mínimo una vez, aunque donde se les saca especial jugo es en las relecturas. Bestiario es la obra imprescindible para comprender como funciona el mundo mágico ideado por Cortázar, una semilla que ha dado lugar a numerosos bosques de ficciones. Lo dicho, hay que leerla.

Y vosotros, ¿qué libro de relatos breves recomendáis? 

¡Besos y abrazos!



Julio Cortázar

lunes, 2 de noviembre de 2015

Pan. Knut Hamsun




Desde mi cabaña podía contemplar un sinfín de islas, islotes y arrecifes, una franja de mar, y alguna que otra cumbre de lejanas montañas. Detrás de la cabaña se extendía el bosque, un bosque enorme, cuyo aroma a raíces y hojas me llenaba de alegría y gratitud, y su graso tufo a pino recuerda al olor de la médula. Cuando me adentraba en él, descendía sobre mí el silencio, y mi alma rebosaba de equilibrio y poder. Día tras día paseaba por las colinas con Esopo a mi lado, sin otro deseo que el de poder seguir haciéndolo, aunque medio campo estaba todavía cubierto de nieve y barro blando. 

A menudo, por las noches, cuando volvía a casa tras la caza, me recorría de arriba a abajo una cálida sensación de hogar que incluso me provocaba dulces sacudidas. Y mientras me movía por la cabaña, hablaba con Esopo de lo bien que estábamos. Bueno, bueno, decía, ahora vamos a encender fuego y a freír un pájaro en el hogar, ¿qué te parece? Y cuando habíamos terminado, cuando habíamos comido los dos, Esopo ocupaba su sitio detrás del hogar, mientras yo encendía mi pipa y me tumbaba un rato en el catre a escuchar el murmullo muerto del bosque. El aire soplaba levemente, el viento bajaba hacia la cabaña, y se oía con toda claridad el tiritar del urogallo. Por lo demás, todo era silencio

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Knut Hamsun es uno de los nombres más relevantes de la literatura europea de finales del siglo XIX y de comienzos del XX. Su influencia es patente en generaciones posteriores, y por ello fue galardonado en 1920 con el Premio Nobel de literatura. Es por lo tanto uno de los escritores noruegos más afamados, perteneciente a una generación de autores escandinavos de notable relevancia, donde destacaría la alianza Hamsun-Ibsen. No obstante, sus ideas políticas afines al nacionalsocialismo alemán cuando estalló la Segunda Guerra Mundial han enturbiado bastante la visión de la figura de Hamsun.

Pan toma su título del dios griego de la caza y de la naturaleza salvaje, una deidad sumamente interesante y que era representado como un fauno o un sátiro, imagen que posteriormente se recicló para representar al demonio en la iconografía cristiana. Pan se describe como un espíritu rebelde, capaz de controlar la brisa del amanecer, el movimiento del ganado y el ritmo de crecimiento de las cosechas. Además, bebía grandes cantidades de vino, dormía enormes siestas y poseía un enorme apetito sexual que lo llevaba a cortejar cuantas ninfas, señoras o muchachos se pusiesen a su alcance.

Así, la novela es un canto de impresionante lirismo al dios Pan, deidad a la que vive entregado el teniente Glahn, el protagonista absoluto de la novela, un hombre extraño y desconcertante. Antes de meternos en el argumento en sí, es conveniente resaltar la belleza que transmite la novela. Hamsun es un maestro de la descripción, y aquí la utiliza de manera impresionante para deleitarnos con los abrumadores bosques noruegos, vastos, llenos de vida salvaje, en un ejercicio de impresionismo literario digno de ser leído. Tenemos pues una novela que se situaría entre un romanticismo tardío y en la antesala del existencialismo que vendría después, donde percibimos claras influencias mutuas con la visión del mundo que Thoreau plasmará en su Walden. Muy interesante, sin duda.

Como decía, la obra gira en torno al teniente Glahn, un hombre de cuyo pasado no sabemos absolutamente nada. Glahn vive junto a su fiel perro Esopo en una cabaña de un bosque noruego, se alimenta de los animales que caza y de los peces que captura, y vive en un permanente estado de embriaguez a causa de la majestuosa naturaleza que le rodea, con la que casi puede alcanzar a fundir su alma. Vemos en Glahn una visión panteísta del mundo y de la existencia que resulta muy atractiva.

Pero de buenas a primeras, el mundo perfecto de Glahn se verá quebrado al cruzarse ante él algo inesperado que lo sacará de su zona de confort y lo hará deslizarse por terrenos desconocidos: el amor. Glahn es socialmente inepto, y además, es una persona de una hipersensibilidad exagerada. Una mala mirada le tendrá una noche sin dormir pensando en ello, mientras que una sonrisa al despedirse hará que cante y salte de alegría. Así, su historia de amor con la bella Edvuarda, la hija de un cacique local, perturbará el idilio de Glahn con el bosque noruego para sumirle en un mundo complejo que lo llevará a descubrir la decepción amorosa y a conocer rincones de su alma que como lectores nos resultarán más que inquietantes.

En definitiva, Pan es una novela muy curiosa y bella, aunque algo desconcertante. Aún así, tras su lectura, es fácil concluir que hemos realizado un fantástico ejercicio de arqueología literaria, y que hemos tenido entre las manos una de esas obras que han hecho que la literatura dé un pasito hacia adelante en su eterno caminar junto al ser humano.

Y vosotros, ¿en qué obra habéis disfrutado más del entorno natural?

¡Besos y abrazos!

Knut Hamsun

lunes, 26 de octubre de 2015

Sukkwan Island. David Vann





     ¿Qué pasa?
     Pero su padre no respondió: solo entornó los ojos y dirigió la pistola hacia algo que parecía moverse en lo alto del techo. Roy fue a la otra habitación y observó a su padre desde la puerta.
     Su padre disparó, la explosión fue ensordecedora. Roy se llevó las manos a los oídos pero le dolían y no dejaban de rugir. Su padre disparó otra vez al techo. La Magnum 44 era una pistola enorme y ridícula y escupía fuego en la cabaña oscura, llenando el aire de azufre.
     ¿A qué le estás disparando?, gritó Roy, pero su padre no respondió. Volvió a disparar, una y otra vez, después tiró la pistola sobre un montón de ropa junto a la puerta y salió al exterior, bajo la lluvia, diciendo: qué apretados estamos, joder.
     Roy fue a la puerta y observó a su padre ahí fuera, mirando la lluvia y calándose sin su ropa de lluvia ni su gorro. El pelo enmarañado y aplastado sobre su cráneo y la boca roja abierta. Sus ojos se cerraban, se abrían y se cerraban. Los brazos sin tensión en sus costados, como si no hubiera nada que hacer salvo quedarse y que el cielo cayera.

     No había luz ni calor en la cabaña cuando su padre volvió. Roy estaba en su saco de dormir, contra la estufa, y había puesto latas para recoger las goteras y los chorros de agua que entraban por los nuevos agujeros del techo. Su padre se acercó y le dijo una y otra vez que lo sentía, pero Roy fingió que estaba dormido y no escuchaba, solamente lo temía y lo odiaba.

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La vida de David Vann dio un giro de ciento ochenta grados cuando, a sus tiernos trece años, su padre, un hombre de naturaleza inestable y depresiva, le pidió que pasase unos meses con él en un retiro padre-hijo en Alaska. El pequeño David rechazó inmediatamente la propuesta, y su padre se suicidó a las dos semanas. Fue tal el sentimiento de culpa que se generó en su mente que buscó en la escritura la catarsis que le permitiese vivir libre, y fruto de estos conflictos nació su ópera prima: Sukkwan Island.

Tras leer estos datos en una entrevista a David Vann hace unos cuantos años, su figura comenzó a interesarme. El entrevistador le preguntaba sobre la crudeza de sus libros, los bofetones de realidad que planteaba en sus historias y su necesidad de llevar a los personajes al límite. Definitivamente, Vann me había conquistado. Así que fui directo a buscar Sukkwan Island, y antes de abrir siquiera el libro me quedé embobado ante su portada, una ilustración biológica de un salmón, algo que a priori sería incluso bonito, que se torna en perturbador a causa de una mancha de sangre que parece gotear y extenderse poco a poco por nuestro libro.

He leido Sukkwan Island dos veces, y ambas lecturas me han dejado el mismo poso de impacto en la mente. Afortunadamente, es una novela muy breve (no llega a las doscientas páginas), porque es tal la crudeza y la brutalidad de la historia que cuenta, que de ser más largo podría convertirse en una historia ilegible. Vann ha sido inteligente y ha sabido darle el formato de una píldora agridulce y perturbadora.

La novela cuenta la historia de un padre y un hijo, Jim y Roy, que recuerda en ciertos momentos a la pareja de La carretera, de Cormac McCarthy (reseña aquí ). Jim es un dentista que lo ha vendido todo cuanto poseía para comprar una cabaña en Sukkwan Island, una isla ínfima ubicada en uno de los rincones más inhóspitos de Alaska, a la que solamente puede accederse en barco (y no siempre) o hidroavión. La idea de Jim es quemar el último cartucho de su vida, y para ello ha convencido a su hijo Roy, de trece años y que vive con su exmujer, para que pase junto a él un año en la cabaña, completamente solos, donde cazarán, pescarán, se conocerán y practicarán la educación en casa para que Roy no pierda el curso. El chico no quiere ir, pero termina accediendo por miedo a que su padre, un fracasado en todos los aspectos de la vida con tendencias autodestructivas, termine suicidándose en la cabaña.

Y así, la historia comienza en junio con la llegada a la cabaña y la prisa por acumular comida y provisiones para el crudelísimo invierno que se aproxima inexorable. Pronto seremos testigos de la angustia de Jim, preso en un entorno natural de una belleza impresionante, pero cruel e implacablemente salvaje. La relación son su padre se irá tensando, pues es un hombre destrozado psicológicamente, y sufriremos con sus llantos a media noche, su obsesión porque la aventura funcione y sus impotentes llamadas por radio arrastrándose para intentar recuperar a su última novia. Un ambiente tenso, asfixiante, que desembocará en un giro argumental impresionante hacia la mitad de la novela que nos dejará completamente asombrados. Aunque no menos que su final, el cual dejará en el lector un pellizco indeleble en el estómago.

Sukkwan Island
El estilo de David Vann se apoya en la frase corta, en la sencillez sintáctica y en la descripción breve que busca ser lo más gráfica posible. Un estilo muy efectivo que convierte a  Sukkwan Island en una novela muy fácil de leer. El salvaje ambiente natural está perfectamente recreado, al igual que el ritmo de trabajo de la pareja en la isla y las tensiones y conflictos emocionales que van surgiendo entre Jim y Roy, que convierten una situación a priori idílica en un pozo asfixiante del que parece imposible escapar.


Y termino. No me queda otra que recomendar Sukkwan Island. Me parece una novela oscura, perturbadora, dura e incluso cruel. Pero me encanta, y me ha hecho reflexionar sobre muchas cosas, en especial sobre la pesadilla nihilista en la que estamos metidos hasta las cejas en el mundo contemporáneo. Eso sí, entiendo que no es una obra para todos los gustos, que se pueda ir regalando a lo loco. Absténganse quienes se impresionen fácilmente y quienes no digieran la rudeza literaria.

Y vosotros, ¿qué novela os encanta pero entendéis que no es apta para todo el mundo?


¡Besos y abrazos!



David Vann

miércoles, 14 de octubre de 2015

La insoportable levedad del ser. Milan Kundera





Todos necesitamos que alguien nos mire. Sería posible dividirnos en cuatro categorías, según el tipo de mirada bajo la cual queremos vivir.

La primera categoría anhela la mirada de una cantidad infinita de ojos anónimos, o dicho de otro modo, la mirada del público. Ese es el caso del cantante alemán, de la actriz norteamericana y también del redactor con largas barbas. Estaba acostumbrado a sus lectores y, cuando un buen día los rusos cerraron su semanario, tuvo la sensación de que el aire era cien veces más enrarecido. Nadie podía reemplazarle la mirada de los ojos desconocidos. Le pareció que se ahogaba. Entonces fue cuando advirtió que la policía vigilaba todos sus pasos, que oían sus conversaciones por teléfono y que hasta le sacaban en secreto fotos en la calle. ¡De pronto los ojos anónimos estaban otra vez en todas partes y él podía respirar de nuevo! ¡Estaba feliz! Se dirigía con voz teatral a los micrófonos de las paredes. Había encontrado en la policía al público perdido.

La segunda categoría la forman los que necesitan para vivir la mirada de muchos ojos conocidos. Estos son los incansables organizadores de cócteles y cenas. Son más felices que las personas de la primera categoría quienes, cuando pierden a su público, tienen la sensación de que en el salón de su vida se ha apagado la luz. A casi todos ellos les sucede esto alguna vez. En cambio, las personas de la segunda categoría siempre consiguen alguna de esas miradas. Entre éstos están Marie-Claude y su hija.

Luego está la tercera categoría, los que necesitan de la mirada de la persona amada. Su situación es igual de peligrosa que la de los de la primera categoría. Alguna vez se cerrarán los ojos de la persona amada y en el salón se hará la oscuridad. Pertenecen a este grupo Teresa y Tomás.

Y hay también una cuarta categoría, la más preciada, la de quienes viven bajo la mirada imaginaria de personas ausentes. Son los soñadores.

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Hace poco leía en un revista literaria las habituales quinielas de los candidatos al premio Nobel, esas que nunca suelen acertar y que además parecen gafar a los elegidos. Además de Murakami, que se incluye ya por defecto, afirmaban que este año sonaba con fuerza Milan Kundera. Y caí en la cuenta de que no había leído nada de él, pese a tener en mi biblioteca "La insoportable levedad del ser" desde hace ya tiempo. Es de esos libros que uno va dejando y dejando. Así que me levanté, me preparé un café y a leer se ha dicho. Conclusión: imprescindible.

Milan Kundera es un autor checho cuya biografía, producción literaria y pensamiento están marcados por la dicotomía establecida entre su ideología comunista teórica en contraposición a los horrores que vivió a causa del comunismo totalitario ejercido en su país por Rusia. Así, Milan Kundera fue acogido por Francia en 1980 e incluso ha renunciado a escribir en su lengua materna, el checo, para hacerlo en su lengua adoptiva, el francés.

Con respecto a "La insoportable levedad del ser", he de decir que una vez terminado el libro, deja una sensación inevitable y en parte agridulce de que muchas cosas se han quedado en el tintero, ya que la densidad y la complejidad de muchas ideas incluidas en las capas más profundas del relato es más que notable. Aún así, no es necesario llegar a dichos estratos. La novela se disfruta plenamente en una primera lectura. Eso sí, una lectura atenta.

"La insoportable levedad del ser" es una mezcla turbia de literatura, filosofía y política que resulta fascinante. Estas tres fuerzas actúan sobre los personajes ideados por Kundera, que son una especie de monigotes con los que el narrador va poniendo a prueba sus teorías. Analicemos cada plano.

El filosófico es claramente el más complicado y denso de toda la novela, y parte de la idea de Nietzsche del eterno retorno, un concepto complejo que afirma que en el universo infinito todo tiende a repetirse una y otra vez para concluir que en este contexto, nuestras vidas, condenadas por el tiempo a tener una sola oportunidad para realizar cada decisión que tomemos, son insignificantes, leves. Así, esta idea se desarrolla en plantel de personajes, que vienen a representar cada uno una filosofía vital, una elección concreta, un concepto filosófico, y  que buscan insistentemente el sentido de su existencia con el telón de fondo del amor y de la vida en pareja. Así, seremos testigos de su vida cotidiana, plagada de innumerables conflictos sexuales y emocionales que resultan fascinantes. Kundera lleva a sus personajes a traspasar aquellos límites que él no ha intentado siquiera cruzar en su vida. Son experimentos de las acciones y decisiones que él podría hacer tomado y no tomó. Son su segunda oportunidad: su eterno retorno.

En lo referente al estrato literario, conocemos la historia de Tomás, un cirujano checo obsesionado con acostarse con todas las mujeres posibles una sola vez, hasta que Teresa se cruza en su vida para quedarse para siempre y romper su frenética vida de soltero mujeriego. Aunque esto sólo ocurra en teoría, pues a pesar estar enamorado de Teresa, Tomás no renuncia a mantener una enorme agenda de amantes que visita con frecuencia, de las que destaca Sabina, uno de los mejores personajes de la novela. Sabina es una pintora liberal, y en su estudio leeremos pasajes (la mayoría sexuales o filosóficos) dignos de recordar; de hecho, uno de los siete capítulos del libro está en exclusiva dedicado a ella y a otro de sus amantes, Franz. Y el argumento se quebrará cuando las garras de la Rusia comunista se extiendan sobre Checoslovaquia, y las vidas de todos los personajes cambien para siempre, lo que nos lleva al plano político.

El trasfondo político y social de la novela es más que notable, pero Kundera evita en todo momento ponerse especialmente dramático contando los horrores derivados del Comunismo totalitario ruso que desembocaron el la Primavera de Praga, hecho histórico que se cuenta en la parte final de la novela. Veremos intelectuales reprimidos, expulsados, asesinados; micrófonos instalados en casas y fotógrafos retratando a gente realizando actividades "sospechosas". De este modo, se nos muestra el totalitarismo, proceda de la ideología que proceda, es algo condenado a reaparecer en el concepto de sociedad creado por el hombre. Es algo que participa del eterno retorno de Nietzsche.

He de decir que el libro es una fuente inagotable de pasajes que te dejan con la boca abierta, por lo que me ha resultado muy difícil  elegir uno para la cabecera. Mi ejemplar ha quedado exhausto de tanto subrayado, nota al margen, post-it y fluorescente, porque leer "La insoportable levedad del ser" es quedarte con la boca abierta prácticamente en cada página.

En definitiva, la obra de Kundera es un libro maravilloso y extraño, de los que dejan una huella inevitable en todo aquel que lo lea. La fama que lo precede es totalmente justificada, hasta el punto de que pienso que es de esas obras que todos deberíamos leer para comprender un poco mejor nuestra naturaleza humana. 

Y vosotros, ¿qué novela calificaríais de imprescindible?

¡Besos y abrazos!

Milan Kundera



lunes, 12 de octubre de 2015

Sunset Park. Paul Auster


Sí, el descubrimiento del fuego dio calor al hombre y acabó con la dieta de carne cruda; la construcción de puentes le permitió cruzar ríos y corrientes sin mojarse los dedos de los pies; la invención del aeroplano hizo posible que saltara océanos y continentes mientras creaba fenómenos nuevos como el desfase horario y la proyección de películas durante el vuelo: pero aunque el hombre haya cambiado el mundo circundante, el hombre mismo ni ha cambiado. Los hechos de la vida son constantes. Vivimos y después morimos. Nacemos del cuerpo de una mujer, y si logramos sobrevivir a nuestro nacimiento, nuestra madre debe alimentarnos y cuidarnos para garantizar que sigamos viviendo, y todo lo que ocurre entre el momento del nacimiento y la muerte, toda emoción que nos embargue, todo arrebato de ira, toda oleada de deseo, todo acceso de llanto, todo ataque de risa, todo lo que sintamos a lo largo de nuestra vida también habrán de haberlo sentido todos los que vinieron antes de nosotros, ya sean cavernícolas o astronautas, ya habitemos en el desierto de Gobi o en el Círculo Polar Ártico.

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¡Qué grande es Paul Auster!, y qué placer tan inmenso provoca su lectura, capaz de hacernos evocar en nuestras mentes tal marasmo de sentimientos, sensaciones y recuerdos soterrados, o simplemente de identificar ideas escondidas en algún rincón de nosotros para las cuales aún no teníamos un nombre. Por eso (y por mil cosas más), Paul Auster es una de mis grandes debilidades literarias. Pienso que merece el Nobel, aunque si nunca se lo otorgan (que es lo más probable), dará igual. Es y será un grande con mayúsculas. He de confesar que tengo en mi biblioteca algunos de sus libros aún sin tocar, cuya lectura voy aplazando porque no quiero terminar su obra. No quiero que Paul Auster no tenga nada más que contarme.

Para aquellos que aún no conozcan a Auster, que supongo que seréis pocos (ya estáis tardando), el bueno de Paul es un neoyorquino de ascendencia judía obsesionado con el béisbol, la buena música y el cine, tres temas que de manera tangencial aparecerán en prácticamente todas sus obras. Su magníficas maneras literarias se han forjado a base de leer y traducir los clásicos franceses y de experimentar con relativo éxito una enormidad de variedades textuales, entre las que destacan la poesía, la obra de teatro en un acto y el guión de cine.

La que hoy nos ocupa, "Sunset Park", es la última obra de ficción escrita por Auster, allá por 2012. Siguiendo la tónica de todas sus obras, "Sunset Park" es una novela de escasa acción, pues Auster tiene como absoluta prioridad sus personajes, creaciones tan humanas que alcanzan lo apabullante. Estos personajes-persona se integran en una trama que posee la intimidad de lo cotidiano, de tal manera que el resultado es una historia con alma, con magia, con ciencia literaria, basada únicamente -y aquí radica el genio de Auster- en que a una serie de personas les sucedieron muchas cosas en el pasado, les ocurren algunas cosas en la narración que leemos, y les seguirán ocurriendo muchas cosas cuando cerremos el libro y continúen su etérea existencia.

En "Sunset Park" conocemos la historia de su personaje central, Miles Heller, además de las historias paralelas y perpendiculares de un peculiar elenco de secundarios. Miles es un joven que vive en Miami como empleado de una empresa dedicada a ejecutar desahucios bancarios, y que siete años atrás decidió romper bruscamente la relación con su familia (de posición socioeconómica alta) por un hecho misterioso que le atormenta sin remedio. El muchacho conoce a Pilar Sánchez, una bellísima cubana que aún va al instituto, y cuya hermana comienza a chantajear a Miles amenazándolo con denunciarlo por abuso de menores si no accede a ciertas concesiones económicas. Para evitarlo, Miles decide regresar por fin a Nueva York, el punto de partida de su huida, hasta que Pilar cumpla los dieciocho. Allí comienza a vivir en una casa okupa en Sunset Park que administra su amigo Bing Nathan, la única persona de su pasado con la que Miles tiene contacto, y quien a espaldas de Miles ha ido informando a sus padres del estado de salud del muchacho y de los principales cambios en su vida a medida que se iban carteando.

Partiendo de esta situación, la narración transcurrirá con la fluidez a la que el maestro Auster nos tiene acostumbrados. Conoceremos a las dos huéspedes restantes de la casa, Ellen y Alice, y a los padres de Miles, siendo especialmente interesante el personaje de Morris Heller, el padre, un ejemplo de realización personal por haber levantado de la nada una editorial literaria de cierto éxito que está siendo engullida por la crisis cultural que azota a la sociedad del siglo XXI. Con este elenco sobre el tapete, se desarrollará una gran variedad de temas como el miedo a enfrentarse al pasado, la identidad sexual, los complejos físicos, la infidelidad, la moralidad del sistema capitalista o la capacidad del azar para marcar una vida para siempre.

Hablar de estilo en Auster es hablar de maestría, pues el genio de Brooklin hace lo que le da la gana. Leer "Sunset Park" es un placer desde la primera palabra hasta el punto y final. Escrita en presente simple y omitiendo la raya en los diálogos, la novela toma un punto de vista polifónico y centra cada capítulo en uno de los personajes, un mosaico que nos ayuda a construir pieza a pieza la historia de Miles Heller.

Y concluyo. "Sunset Park" es una gran novela, aunque deberían evitarla aquellos amantes de la acción incesante y trepidante. Es una historia de personajes, de sus vidas y sus preocupaciones, donde Paul Auster vuelve a poner de manifiesto que es, de largo, uno de los jefes del cotarro. Leedla.

Y vosotros, ¿quién es vuestro autor de referencia, ese que no queréis que se os acabe nunca?

¡Besos y abrazos!

Paul Auster


martes, 6 de octubre de 2015

Perdida. Gillian Flynn





    Eché a correr, bramando su nombre. A través de la cocina, donde se estaba quemando una tetera, escaleras abajo, donde el cuarto para invitados del sótano seguía completamente vacío, para salir finalmente al exterior por la puerta trasera. Atravesé con celeridad el patio hasta alcanzar el esbelto embarcadero que sobresalía sobre el río. Miré por un costado para ver si estaba en nuestro bote de remos, donde la había encontrado otro día, amarrada al muelle, dejándose mecer por la corriente con el rostro vuelto hacia el sol, los ojos cerrados. Mientras observaba los deslumbrantes centelleos del río y su hermoso rostro inmóvil, Amy abrió repentinamente sus azules ojos y me miro sin pronunciar palabra. Yo tampoco le dije nada a ella y regresé a casa solo.

    - ¡Amy!
  
    No estaba en el agua ni estaba en la casa. Simplemente no estaba.

    Amy había desaparecido


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"Perdida" cayó en mis manos tras su exitosa adaptación al cine el año pasado protagonizada por nuestro próximo Batman. Algunos amigos me comentaron que la película les había gustado mucho, y tal y como acostumbro, decidí leer primero la novela de esta autora (para mí, al menos) desconocida. Una rápida búsqueda en Internet corroboró que estamos aquí ante una escritora poco prolífica, que cuenta solamente con tres obras publicadas; la que hoy nos ocupa fue publicada en 2012 y es, hasta el momento, lo último que la autora ha tenido a bien narrarnos. Como dato, "Perdida" fue la novela que consiguió desplazar a "50 sombras de Grey" del primer puesto de ventas en los EEUU.

Si nos ponemos a encasillar, "Perdida" es lo que la crítica llamaría un Trhiller psicológico que calzaría perfectamente en ese gigantesco leviatán de las letras que llamaríamos Best-sellers. No obstante, creo que la novela está bastante por encima del nivel medio de estas obras, y que sería precipitado en exceso descartar su lectura por considerarla una obra del montón. Porque aporta ciertas cosas muy interesantes. Veámoslas.

Para empezar, la principal virtud de "Perdida" es que engancha sin remedio: es lo que la crítica anglosajona denominaría un page-turner de manual. Así que por el lado del entretenimiento, una de las funciones básicas de la lectura, cumple más que de sobra. Es de esas historias de las que quieres saber más y más y uno apura la hora de apagar la luz para leer hasta el final del capítulo. Excelente.

Por otro lado, es necesario detenernos en los numerosos giros argumentales que acontecen en la historia. Algunos de ellos son predecibles (los menos) y otros, especialmente uno a mitad de la novela, te dejan literalmente en shock, hasta el punto de no dar crédito a lo que estás leyendo; y es que en esta historia, el lector pronto se dará cuenta de que el narrador no es de fiar, de que le engaña y le traiciona... y es una sensación maravillosa.

Vayamos al argumento en sí. "Perdida" nos cuenta la historia del joven matrimonio Dunne, formado por Nicholas, un redactor cuyo despido de una revista aún lo atormenta dos años después, y Amy, la dulce Amy, una sofisticada y rica neoyorquina que tras quedarse también en paro, acepta con resignación que su marido la arrastre a su tierra natal, el Missouri profundo, para hacerse cargo de su madre moribunda y cumplir su sueño (solamente el de él) de regentar un bar a medias con su hermana melliza. Así, la anodina vida en el tranquilo pueblo de  Carthage se ve truncada la mañana del quinto aniversario de la pareja cuando Amy desaparece. Prácticamente se evapora. El pueblo entero se volcará en su búsqueda, y rápidamente comienzan a aparecer pistas de violencia y conspiración que señalan de manera inequívoca a su marido, quien parece esconder muchos, demasiados secretos. Como vemos, una propuesta muy interesante llena de recovecos, dobleces, sorpresas y misterios que van tensando la cuerda hasta alcanzar un nivel de tensión argumental fantástico.

Por último, si nos centramos en la parte estilística, la novela también cumple. Gillian Flynn es una escritora moderna y directa, que llama a las cosas por su nombre y describe de manera sencilla pero bastante gráfica. Quizás podríamos percibir en ella cierta influencia de la generación Beat americana (Kerouac, Burroughs y compañía) combinada con el efectivo estilo de la llamada literatura de supermercado que Stephen King abanderó.

Para concluir, diremos que "Perdida" es una buena novela, interesante y muy recomendable para quien disfrute de los misterios, de las pistas, de las investigaciones y de las sorpresas inesperadas en un libro. Una lectura fácil y muy agradable que puede servir para desconectar de otras más densas.

Y a vosotros... ¿qué novela os ha sorprendido con un buen giro en la trama?

¡Besos y abrazos!

Gillian Flynn