sábado, 26 de diciembre de 2015

El primer trago de cerveza y otros pequeños placeres de la vida. Philippe Delerm



"Los domingos por la noche"

...nos preparamos un baño. Un auténtico baño de domingo por la noche, con mucha espuma azul, mucho tiempo para quedarse allí flotando entre dos atisbos algodonosos, brumosos. El espejo del cuarto de baño se empaña, y se reblandecen los pensamientos. Eso sí, olvidarse de la semana que concluye, y más aún de la que va a empezar. Caer en la fascinación de esas diminutas ondas que se forman en las puntas de los dedos arrugados por el agua caliente. Y cuando se vacía la bañera, extraerse de allí. ¿Coger un libro? Sí, más tarde. De momento, un programa de televisión para ir tirando. El más estúpido nos irá de perlas ¡Ah, mirar por mirar, sin causa, sin deseo, sin pretexto alguno! Algo parecido al agua del baño: un embotamiento que amodorra y nos llena de un bienestar palpable. Esa sensación de que ya nos sentiremos a gusto hasta la noche, como un estar en zapatillas mental.

Entonces es cuando asoma el punto de melancolía. Poco a poco el televisor se nos hace insoportable, y lo apagamos. Nos trasplantamos fuera de allí, a veces hasta la infancia, nos invaden vagos recuerdos de paseos a pasos medidos, sobre un fondo de inquietudes escolares y amores quiméricos. Nos sentimos inundados. Es tan intensa como una lluvia de verano esa pequeña nostalgia que se insinúa, ese medio estar que vuelve, familiar. Son los domingos por la noche. Todos los domingos por la noche están ahí, en esa falsa burbuja donde todo flota en lo vago. En el agua del baño emergen las fotos.

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Philippe Delerm reventó el mercado editorial francés con una pequeña obra de apenas cien páginas que imbuye a la fuerza una sonrisa cómplice solo con mirar su título: El primer trago de cerveza y otros pequeños placeres de la vida, porque seas amante de la cerveza (como es mi caso) o no, ya intuyes por dónde va la cosa. Y te gusta. O al menos, te da curiosidad. El caso es que la obra ha permanecido durante años entre los libros más vendidos en Francia, ha recibido premios y llega a España de la mano de Tusquets y sus "Booket" para que todos los amantes de "los pequeños placeres de la vida" (¿quién acaso no lo es?) nos deleitemos con su breve -pero intensísima- lectura.

Bueno, pues el libro cumple exactamente lo que promete, y con un acierto delicioso, exquisito. Estamos ante la literatura de lo sugerente, que se interna en los momentos comunes del ser humano moderno para transmitirnos nuestro gusto por lo pequeñito, por las diminutas cosas de la vida que hacen que continuemos, que nos sintamos felices en lo más importante, nuestro día a día. Porque las grandes metas es posible que estén lejos o que nunca lleguen, pero nuestra mente será plenamente feliz cuando tras una jornada dura de trabajo, junto a un buen amigo, demos el primer trago a una cerveza helada y espumosa.

Así, nos encontramos ante una delicatessen literaria, que nos habla de sensaciones, de nostalgia, de esos momentos en los que nos sentimos la única persona sobre la faz tierra: ir a comprar bollería (en mi caso churros) un frío domingo de invierno por la mañana y picar un poco de camino a casa; leer una buena novela de Agatha Christie y saborear el sugerente ambiente victoriano; el primer jersey calentito que te pones en otoño, o el coche familiar de noche, volviendo a casa mientras nuestro padre conduce; esas siestas de verano  con el Tour de Francia al fondo y más de treinta situaciones que nos evocarán sonrisas, nostalgia, recuerdos que casi pertenecían ya al vacío, y que gracias a esta pequeña maravilla literaria acudirán a la primera fila de nuestra memoria para recordarnos que no hay nada más satisfactorio en el viaje que disfrutar del trayecto.

El estilo de Delerm es magnífico. Impecable. Su voz es tranquila, y se gana de inmediato la complicidad del lector. Transmite paz, nostalgia, la familiaridad de quien ha vivido y disfruta de esas mismas pequeñas cosas con las que todos nos identificamos. Y realmente se agradece que en este mundo rápido, inmediato y cada vez más impersonal, alguien nos recuerde lo mucho que puede evocarnos el olor de la vainilla.

Una gozada de libro, que en sí mismo se convierte en un pequeño placer.

Confieso uno mío: hacer una paella escuchando buena música todos los domingos.

¿Os animáis con los vuestros?

¡Besos y abrazos!



Philippe Delerm

martes, 22 de diciembre de 2015

Voces de Chernóbil. Svetlana Alexiévich




Ningún médico sabía que yo dormía con él en la cámara hiperbárica. No se les pasaba por la cabeza. Las enfermeras me dejaban pasar. Al principio también me querían convencer:
-Eres joven. ¿Cómo se te ocurre? ¡Si esto ya no es un hombre, es un reactor nuclear! Os quemaréis los dos. -Y yo corría tras ellas como un perrito. Me quedaba horas enteras ante la puerta. Les rogaba, les imploraba. Y entonces ellas decían: “¡Que te parta un rayo!¡Estás loca perdida!”.
Por la mañana, antes de las ocho, cuando empezaba la ronda de visitas médicas, me hacían señas desde detrás de la cortina: “¡Corre!”. Y yo me iba durante una hora al hotel. Pues desde las nueve de la mañana hastsa las nueve de la noche tenía pase […]
Mientras yo estaba con él… No lo hacían. Pero cuando me iba, lo fotografiaban. Sin ropa alguna, desnudo. Solo con una sábana ligera por encima. Yo cambiaba cada día esa sábana, aunque, al llegar la noche, estaba llena de sangre. Lo incorporaba y en las manos se me quedaban pedacitos de su piel; se me pegaban. Yo le suplicaba:

-¡Cariño! ¡Ayúdame! ¡Apóyate en el brazo, sobre el codo, todo lo que puedas, para que alise la cama, para que te quite las costuras, los pliegues! -Cualquier costurita era una herida en su piel. Me corté las uñas hasta hacerme sangre, para no herirlo.



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Svetlana Alexiévich ha pasado en un abrir y cerrar de ojos de la última fila de butacas a subirse a un escenario donde el mundo entero posa su mirada sobre ella. Y es que Svetlana Alexiévich es nuestra flamante Premio Nobel de literatura 2015, una desconocida que vuelve a reventar todas las quinielas. Hoy traemos a Pseudoficciones Voces de Chernóbil (Crónica del futuro) con el propósito de descubrir un pedacito de su obra.

Alexiévich no es una escritora de ficciones al uso, puesto que ella es periodista, por lo que la obra que traemos (y por lo que leo en diversos artículos) tira más por la vereda de la crónica periodística, aderezada con una delicadísima pátina literaria que convierte un reportaje en algo bello y magistral. Así, Voces de Chernóbil es una novela documental, polifónica, que no me ha podido dejar más sobrecogido.

Es completamente imposible reflejar en esta breve reseña la profundidad, significado, dureza, trascendencia y repercusión emocional que transmite Voces de Chernóbil al leerlo. Os digo de antemano que es una obra que impresiona muchísimo y que no es un libro que uno lee: es un libro al que uno se enfrenta. Es un libro que te mira de frente y te cuenta a la cara un sufrimiento descomunal sin filtro. Sin azúcar. Sin nada que amortigüe el impacto. Porque quien habla son los afectados directamente por la catástrofe de Chernóbil, cuyas voces se alzan sin censura gracias a la profundísima labor de investigación, de empatía y de humanidad que Alexievich ha llevado a cabo durante los ¡casi veinte años! que le llevó escribir el texto. Con un resultado dramático, como ya podéis ver en el texto que he elegido para la cabecera, narrado por la esposa de un bombero, y cuya conclusión está más abajo. Nuestra obra no es un libro sobre el accidente de Chernóbil. Es un libro sobre el mundo de Chernóbil.

El 26 de abril de 1986, el cuarto reactor de la central nuclear de Chernóbil explotó, causando un gran desconcierto entre la población debido a la falta de información. Se hablaba de humo, de fuego. De algo de radiación que podría curarse con leche o con yodo. Es necesario recordar que Chernóbil está en Ucrania, y que a la luz de la historia, fue allí donde se produjo el "accidente". Pero la realidad es que Bielorrusia, un país sin centrales nucleares, basado en la majestuosa ruralidad de sus bosques y en el trabajo duro de la la tierra, fue el principal afectado por la debacle de la central. La Segunda Guerra Mundial acabó con 619 aldeas bielorrusas. La tragedia de Chernóbil con 485, muchas de las cuales fueron enterradas bajo tierra conforme las evacuaron sus habitantes. Pero las voces de sus afectados fueron silenciadas. Unas voces que gracias a Svetlana Alexiévich tienen por primera vez la palabra, quizás temblorosas pero dispuestas a contarnos aquello que ocurrió y que permanece aún agazapado en el ambiente.

Así, la autora calla, escucha y transcribe lo que tiene que contarnos un colectivo de personajes amplísimo, un auténtico coro, llegando incluso a crear un nuevo tipo de hombre como concepto: el hombre de Chernóbil (entiéndase hombre y mujer). Un ser que ha padecido la tragedia de forma directa, que la está padeciendo en la actualidad, o que la padecerá con seguridad en el futuro. Hablan campesinos, que siguieron comiendo patatas contaminadas porque no se creían aquello que no veían. Hablan madres cuyos hijos nacieron sin orificios en el cuerpo. Hablan los pocos liquidadores que quedan aún vivos, aquellos héroes artificiales inventados por el gobierno soviético para que dieran su vida ahogando las fugas del reactor. Hablan esposas, hablan profesores de física que no dan crédito a la gestión de Moscú. Hablan aquellos que saquearon las aldeas abandonadas. Hablan los soldados que antes de clausurar un pueblo mataban a todos los animales. En definitiva, hablan los olvidados por la historia. Y sus voces hacen daño al leerlas.

Además, la tesis principal que podemos extraer del libro es que Chernóbil fue mucho más que un conflicto, un accidente, una guerra (ojo que se intentó plantear así) o un hecho que fue limpiado y enterrado como las aldeas de los campesinos. Chernóbil es, desde el punto de vista de la duración de la vida humana, eterno. "Los radionúclidos diseminados por nuestra Tierra vivirán cincuenta, cien, doscientos mil años. Y más". Es algo que resulta aterrador

Por eso hay que leer Voces de Chernóbil sabiendo a lo que uno se enfrenta. No es un libro agradable, que según el estado de ánimo del lector puede causar estragos. Aún así, es encomiable que se nos cuente de forma tan clara la verdad. La de aquellos que padecieron semejante barbaridad. De hecho, hoy día sigue prohibido en Bielorrusia, donde, misteriosamente, desaparecieron todos los libros de física de las bibliotecas públicas justo después del accidente.



Siempre vengo a verlos con dos ramos: uno es para él y el segundo lo pongo en un rinconcito para ella. Yo la maté. Fue mi culpa. Ella, en cambio…Ella me ha salvado. Mi niña me salvó. Mi niña me salvó desde mi vientre. Recibió todo el impacto radiactivo, se convirtió, como si dijéramos, en un receptor de todo el impacto. Tan pequeñita. Una bolita [pierde el aliento]. Ella me salvó, pero yo los quería a ambos. ¿Cómo es posible? ¿Cómo se puede matar con el amor?¿Por qué están tan juntos? El amor y la muerte ¿Quién me lo podrá explicar? [calla largo rato]


Y a vosotros, ¿qué libro os ha impresionado tras su lectura?


Svetlana Aleixiévich

lunes, 14 de diciembre de 2015

Buenos días, tristeza. Françoise Sagan


A la vuelta, declaró que la señora era encantadora. Yo prorrumpí en imprecaciones contra esa clase de ancianas. Ambos se volvieron hacia mí con una sonrisa indulgente y divertida que me sacó de mis casillas:
     -No os dais cuenta de que está satisfecha de sí misma -grité-. De que se enorgullece de su vida porque tiene la sensación de haber cumplido con su deber y...
     -Y es así -dijo Anne-. Ha cumplido con sus deberes de madre y esposa, como suele decirse...
     -¿Y con su deber de puta? -dije.
     -Me desagradan las groserías -replicó Anne-, aunque sean paradójicas.
     -Si no hay ninguna paradoja. Se casó como se casa todo el mundo, por deseo o porque toca hacerlo. Tuvo un hijo, ¿ya sabes cómo vienen los hijos?
     -Supongo que menos que tú -ironizó Anne-, pero alguna noción tengo.
     -Bien, pues educó a ese hijo. Probablemente se ahorró las molestias y las angustias del adulterio. Ha llevado la vida que llevan miles de mujeres y se siente orgullosa, ¿comprendes? Se hallaba en la situación de joven burguesa esposa y madre y no ha hecho nada para salir de ella. Se jacta de no haber hecho esto o aquello y de no haber realizado algo
    -No tiene mucho sentido lo que dices -observó mi padre
     -Es un espejo -grité-. Una se dice después: "He cumplido con mi deber" porque no ha hecho nada. Si, nacida en su ambiente, se hubiese convertido en una mujer de la calle, sí que habría tenido mérito.
     -Repites cosas que están de moda pero que son insustanciales -dijo Anne.

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Françoise Sagan fue una escritora cuya biografía y personalidad merecen un ratito de conversación (aunque este no sea el lugar). Una mujer singular, amante sin límites del alcohol, el juego y los coches veloces, que con Buenos días, tristeza, escrita con tan solo dieciocho años, sacó los colores a la acomodada burguesía francesa de la que ella misma formaba parte. Sagan, cuyo apellido es un seudónimo extraído de un personaje secundario Proust, ya que se apellidaba realmente Quoirez, obtuvo su primer trabajo en la revista "Elle", para la que hacía crónicas sociales del sur de Italia; unas crónicas que comenzaban con la expresión Buenos días, seguida del lugar del que se hacía la crónica. Dicha costumbre podría dar título a nuestra obra, que también se corresponde con un verso de un poema existencialista. Sea como sea, vayamos un rato a la playa.

Y es que la ambientación del libro es deliciosa, así como sus protagonistas. Cecile es una adolescente díscola y consentida que acaba de ser expulsada del internado con la connivencia de su padre, Raymond, un viudo, atractivo y adinerado burgués de cuarenta años que tiene por castigo gustar a las mujeres. Así, el libro comienza cuando Cecile, Raymond y Elsa, la exuberante aunque mentalmente limitada amante de turno empiezan sus tórridas y sensuales vacaciones en una mansión de la costa francesa. Playa, alcohol y lujos sin límites, que parece posicionar a Françoise Sagan en el debate sobre la intelectualización de la burguesía francesa de la época en un rotundo "no".

Así, la novela profundizará en el sentido de "posesión" que Cecile tiene sobre su padre, la relación de complicidad entre ambos basada en el lujo y las distracciones fáciles, la huida de las responsabilidades y el caos moderado y consentido; la tercera pieza de este primer triángulo, Elsa, la pelirroja despampanante, será una mera atracción para ambos, un bonito adorno que los acompaña y los hace aún más guapos y encantadores. Y digo primer triángulo porque la acción de la novela se precipitará con la llegada a la mansión de Anne, una amiga de la difunta madre de Cecile que aterrizará como un cataclismo en las vidas del padre y de la hija. Una mujer radiante, madura, culta, que pretenderá, según Cecile, usurpar el vacío que supuestamente dejó su madre al morir. Algo que ella no quiere. Y a partir de aquí asistiremos a un plan maquiavélico del que no revelaremos más detalles con el que Cecile pretende eliminar a Anne, la perturbación real que pretende acabar con la idílica relación que mantiene con su padre y que comienza a hacerse con el control de la situación familiar poco a poco. Incluso obliga a la pobre Cecile a estudiar: "Ellos tenían una noche de amor. Yo tenía a Bergson", llega a decir en pleno ataque de ira.

Tras los hechos que van ocurriendo en la novela, me ha impactado mucho una de las lecciones que Cecile extrae de la experiencia que ha vivido (y ha hecho vivir a los demás personajes). Un lugar por el que todos hemos pasado alguna vez en nuestro desarrollo emocional. Cecile se da cuenta de que puede herir sentimientos. Y esa es una de las conclusiones dramáticas de la obra: "comprendí bruscamente que había dirigido mis ataques contra un ser vivo y no contra un ente", reflexiona en uno de sus monólogos interiores. Y es que a Cecile se le va el juego de las manos, y mucho.

Como casi todas las obras literarias, Buenos días, tristeza, puede leerse en diversas claves que proporcionan diferentes versiones del relato. Vemos la complejidad de las relaciones padre-hija, una crítica hacia la frivolidad de la burguesía francesa, que idolatra a Camus en público y lo repudia en privado, y contemplamos también unas interesantes escenas de complejidad amorosa donde sobresale especialmente el personaje de Elsa, la modelo mantenida. El súmmum de la inocencia.

En definitiva, estamos ante una obra muy apetecible, un puñetazo literario en toda regla disfrazado de dulce caricia, y que a priori no parece condensar tantos temas como podemos descubrir una vez finalizada su lectura. El estilo ayuda muchísimo, pues es tan directo y efectivo que roza lo cinematográfico. Y las playas de la costa francesa, los tórridos pinares adyacentes, las puestas de sol con una copa de champán y las serpeantes carreteras nocturnas iluminadas por el fulgor de la luna, una gozada. ¡A leer!

Y vosotros, ¿qué obra con ambiente playero recomendáis?

¡Besos y abrazos!


Françoise Sagan: "El dinero no da la felicidad, pero prefiero llorar en un Jaguar a hacerlo en un autobús"


martes, 8 de diciembre de 2015

Carta de una desconocida. Stefan Zweig



Sólo quiero hablar contigo, decírtelo todo por primera vez. Tendrías que conocer toda mi vida, que siempre fue la tuya aunque nunca lo supiste. Pero sólo tú conocerás mi secreto, cuando esté muerta y ya no tengas que darme una respuesta; cuando esto que ahora me sacude con escalofríos sea de verdad el final. En el caso de que siguiera viviendo, rompería esta carta y continuaría en silencio. Igual que siempre. Si sostienes esta carta en tus manos, sabrás que una muerta te está explicando aquí su vida, una vida que fue siempre la tuya desde la primera hasta la última hora.


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He de reconocer que las historias de amor etiquetadas como tal me dan muchísima pereza. Pero una cosa es una etiqueta, algo que está bien para tomar como referencia, y otra cosa muy diferente es que Stefan Zweig esté por medio. Porque todo lo que ha hecho Stefan Zweig es impresionante, historias de amor incluidas.

Stefan Zweig fue un escritor de renombre en la Austria y en la Europa de principios de siglo. No obstante, su figura en la actualidad se encuentra de forma inmerecida en un lugar claramente secundario, aunque la fantástica editorial Acantilado está poniendo su granito de arena en  devolver al austriaco al lugar que se merece con una preciosa reedición de sus obras. Zweig fue todo un personaje. Un hombre de una sensibilidad apabullante, que brota en lo personal y que evidentemente inunda sin remedio su quehacer literario con una prosa bella y trascendente, que profundiza en las principales inquietudes humanas a través de historias en apariencia sencillas. Zweig padeció los horrores del nazismo, y decidió junto a su esposa acabar con sus vidas ante la contemplación de semejante atrocidad humana. Zweig es, sin lugar a dudas, la sublimación de lo sensible.

La premisa de Carta de una desconocida es simple. Un afamado escritor regresa a su hogar de uno de sus múltiples viajes y encuentra en su correspondencia un abultado sobre. La transcripción de dicha carta constituirá la totalidad del relato; un relato en el que una mujer, cuyo nombre no conoceremos en toda la narración, revela, en el lecho de su muerte prematura, el descomunal y obsesivo amor que ha sentido por el escritor desde que era una niña. Un amor demencial, que la ha llevado a renunciar a todo. Al sueño, y pasarse las noches sin dormir esperando que él (mujeriego y amante de la noche y los excesos), regrese a su residencia borracho y probablemente con compañía. A su familia, a quien dejó atrás cuando decidieron iniciar una nueva vida en Innsbruck, para seguir viviendo cerca de su enamorado. A cuantas oportunidades de amor aparecieron en su vida, las que considera, por supuesto, una traición hacia el escritor. Él, por su parte, jamás ha reparado en ella, aunque con la lectura de la carta se da cuanta de que, de una manera u otra, sus destinos se han cruzado muchas más veces de las que es consciente.

Tema aparte es su estilo, de una exquisitez literaria en la que Zweig demuestra una vez más que es un escritor soberbio, elegante y ágil, lejos de lo sobrecargado y ostentoso de su época. Una auténtica delicia que no podremos parar de leer. Una joya literaria.

En definitiva, lo que tenemos delante es una reconcentrada, intensa y aparentemente plana
-aunque trágica- historia amorosa, que estoy seguro de que posee tantas dobleces, lecturas e interpretaciones como experiencias amorosas y sentido del hecho de amar que tenga la persona que está al otro lado del papel, pues va mucho más allá del amor platónico y enfermizo que en apariencia se nos está contando. Y solamente por ello merece ser leída. Porque parte del bagaje amoroso de cada uno de nosotros está ahí plasmado de una forma u otra. Vemos el choque brutal de dos polos opuestos, encarnados en las actitudes de los dos personajes de la obra, cuyas maneras de comportarse nos darán mucho que pensar, especialmente después del sublime final de la novela. Una delicia.

Y vosotros, ¿recomendáis alguna historia de amor?

¡Besos y abrazos!

Stefan Zweig





jueves, 3 de diciembre de 2015

Nada se opone a la noche. Delphine de Vigan



     Tras varios meses, cuando por fin parecía estabilizada, Lucile salió de la clínica. Volvió al piso de la calle Faubourg-Montmartre y a su trabajo, pero solo el tiempo necesario para poner en marcha su proceso de despido.

     Poco antes del verano, llegó para nosotras el momento de ir a verla. El fin de semana había sido organizado con mucha antelación, se había previsto que no estuviese sola para ir a recogernos. Gabriel nos llevó a la estación de Verneuil-sur-Avre. En el coche lloramos los tres.

     Lucile estaba allí, al final del andén, en medio del vaivén de la muchedumbre, minúscula silueta rubia envuelta en un abrigo azul marino. Lucile estaba allí, acompañada por Violette y una amiga, muy cerca de nosotras, y de pronto no hubo otro rostro que el suyo, pálido, delgado. Lucile nos besó sin efusión, ninguna de nosotras sabía qué hacer con sus brazos y nuestras piernas apenas alcanzaban a sostenernos.
     Nos marchamos hacia la boca de metro. Lucile cogió la mano de Manon, caminaba delante de mí, yo la observaba por detrás, lo endeble, frágil y rota que parecía. Se volvió hacia mí. Me sonrió.
     Lucile se había convertido en una cosita desmenuzable, recompuesta, remendada, en realidad irreparable.
     De todas las imágenes que conservo de mi madre, ésta es seguramente la más dolorosa.



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Tanto aquellas personas con las que suelo hablar de libros como aquellas que siguen este blog, saben, o al menos estoy seguro de que pueden intuirlo, que soy un lector muy agradecido. Considero cada libro como una oportunidad para aprender, conocer, explorar los mundos imaginados por otros, y en definitiva, enriquecerme. Por eso tiendo a resaltar virtudes y a minimizar carencias. Digo esto porque mi carácter de lector enfático no debe tenerse en cuenta en esta reseña, ya que estamos ante una lectura muy especial. Estamos ante uno de los mejores libros que he leído nunca.

No suelo prodigarme en historias reales, soy un lector muy de ficciones, pero Nada se opone a la noche constituye la más bella excepción que pueda hacer en esta costumbre. Nada se opone a la noche es emoción, es dolor, es amor, es búsqueda, es perseverancia, es felicidad, es tristeza y es alegría. Nada se opone a la noche es muchas cosas. Cientos. Pero ante todo, es una de las historias de redención más impresionantes que jamás he leído. Pero empecemos por el principio que tengo mucho que contaros.

Delphine de Vigan encontró a su madre muerta en su apartamento. Aparentemente se había suicidado. Tras la angustia y el sufrimiento lógicos que le generó la situación, se embarcó en la durísima tarea de reconstruir el enigma que fue la existencia de Lucile, su propia madre. Con esta premisa, grabó cientos de horas de entrevistas con todos los familiares directos e indirectos, rescató cartas, notas, fotografías, poemas, dibujos, partes médicos, y también desenterró algunas cosas que su familia, enorme y bastante peculiar (en realidad, qué familia no lo es, de un modo u otro) había luchado para que permaneciesen en el sótano del olvido.

El resultado de la investigación es esta obra de arte que ya de primeras llama la atención con su portada. Una mujer vestida de negro, atractiva y de mirada misteriosa fuma y ofrece una sonrisa velada, difusa. Esa mujer es Lucile, la madre de Delphine, la persona que más la hizo sufrir mientras vivió. La persona que hizo que se forjase un carácter de luchadora prácticamente a la fuerza. Una enferma mental prodigiosa, capaz de lo mejor y de lo peor.

Nada se opone a la noche está estructurada en tres partes. La primera de ellas incluye la infancia de Lucile, donde sus padres (Georges y Liane) cobran casi todo el protagonismo. Está escrita en tercera persona, y narra las venturas y desventuras de Liane, una mujer obsesionada con traer niños al mundo, los momentos felices en la vida de Lucile, su infancia como modelo de ropa infantil y varias muertes prematuras y traumáticas que marcarían el destino de la familia. Al final de esta parte ya estamos completamente inmersos en la mitología familiar de los Poitier.

La segunda parte narra la independencia de Lucile con la pequeña Delphine y su hermana Manon a su cargo. Vemos a unas niñas llevando una existencia caótica, sin horarios, en ambientes de fiestas y drogas, recorriendo a deshoras las calles de París y viviendo también momentos de enorme felicidad junto a Lucile, una mujer radiante, magnética y profundamente infeliz, que no parece comprender muy bien el funcionamiento del mundo.

Finalmente, en la tercera parte nos adentraremos en la edad adulta de la escritora, cuando Lucile vivió su definitivo descenso a los infiernos, materializado a accesos de locura desgarradores, internamientos en psiquiátricos, paranoia, y a su vez, ramalazos de ternura y genialidad conmovedores; esta vorágine nos llevará a cerrar el círculo y llegar al comienzo de la novela. A su suicidio.

Son especialmente brillantes las paradas que la escritora hace en la narración para contarnos lo que para ella está suponiendo escribir esto. Delphine está sufriendo. Sabe que su familia va a sufrir cuando lo lea, e incluso no sabe qué familiares dejarán de hablarle cuando esté publicado. Pero no puede parar. O lo saca o el dolor acabará con ella. Así que escribe y escribe como homenaje a esa extraña persona que fue Lucile, como terapia para sí misma y llegar a comprender mejor su lugar en el mundo a través de lo que le ha tocado vivir.

Como vemos, es una historia dramática, sí. Pero quizás suene más de lo que en realidad es. Lo cierto es que la mezcla está muy bien hecha por parte de su autora, de tal modo que lloraremos y sonreiremos por igual. Y al finalizar el libro, miraremos de nuevo la portada. Miraremos a esa muchacha rubia que fuma con otros ojos y probablemente pensemos que la vida es algo extraño y maravilloso.

¡Besos y abrazos!

Delphine de Vigan






martes, 1 de diciembre de 2015

El corazón de las tinieblas. Joseph Conrad


Conseguí el nombramiento, por supuesto, y muy pronto. Al parecer, se habían recibido noticias en la compañía de que uno de los capitanes había sido asesinado durante una refriega con los nativos. Era mi oportunidad, y con ella aumentó mi impaciencia. Solo muchos meses después, cuando intenté recuperar los restos del cadáver, me enteré de que el origen de la disputa había sido una desavenencia acerca de unas gallinas. Sí, dos gallinas negras.

Fresvelen (así se llamaba el tipo, un danés) se sintió estafado por el negocio, así que desembarcó y comenzó a golpear al jefe del poblado con un palo. Oh, no me sorprendió en lo más mínimo escuchar esto y que al mismo tiempo me contaran que Fresvelen era la persona más tranquila y amable que jamás existió sobre la tierra. Seguro que lo era, pero había pasado ya un par de años allí comprometido con la noble causa y probablemente sintió por fin la necesidad de imponer su dignidad de algún modo. Así que, sin la menor compasión, le dio una paliza al viejo negro mientras su gente los miraba atónita, hasta que un hombre (el hijo del jefe, según me dijeron), desesperado de oír gritar al pobre viejo, probó a arrojarle al hombre blanco una lanza, que, por supuesto, lo atravesó limpiamente entre los omoplatos.

A continuación el pueblo entero huyó a la selva temiendo todo tipo de calamidades, mientras que, por otro lado, el vapor que capitaneaba Fresvelen huía a la carrera mandado, según creo, por el maquinista. Después, nadie pareció preocuparse mucho por los restos de Fresvelen, hasta que llegué yo y ocupé su puesto. No podía olvidar el asunto sin más, pero cuando por fin tuve la oportunidad de encontrarme con mi predecesor, la hierba que crecía entre sus costillas era lo suficientemente alta como para ocultar sus huesos.


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El corazón de las tinieblas es una novela que experimentó una segunda juventud a partir de los años ochenta gracias a ser el texto en el que se basa Apocalypse Now, una de las películas más aclamadas de la historia del cine, donde Coppola nos mostró la crueldad del alma humana con el trasfondo de la Guerra de Vietnam. El autor del texto original, Joseph Conrad, fue un novelista polaco que adoptó el inglés como lengua literaria y la inglesa como su nueva nacionalidad, huyendo del temido reclutamiento militar ruso. En dicha huida, Conrad descubrió un excepcional espíritu aventurero que lo llevaría a surcar medio mundo, y así, muchas de sus obras fueron alumbradas merced a sus intensas experiencias. Es el caso de la que nos ocupa.

El corazón de las tinieblas es una novela que deja una sensación extraña -en el cuerpo y en el alma- tras su lectura. Confunde, aturde, empapa con su negrura nuestros estratos más profundos. Es agradable y es desagradable. Es corta y se hace larga. Encanta y se odia por igual. Es profunda y anecdótica. Es ambigua. Es auténtica. Y por ello es una lectura muy recomendada, que nos hace asomarnos a la desgarradora realidad que se vivió en las colonias africanas del XIX. Hay una palabra que flota sobre el ambiente durante toda la narración como una nube sombría y amenazante, y es precisamente una palabra que no aparece en todo el libro: Congo.

La historia comienza con una interesantísimo baile de narradores que me ha parecido brillante. Un narrador desconocido se encuentra en Londres, surcando el Támesis a bordo de un barco junto a otros marinos. Tras una reflexión desconcertante acerca de la fascinación que tuvo que sentir la primera nave romana que encontrase ese mismo lugar, vasto y agrio, que ahora la civilización abruma delante de su barco, un tal Marlow, marinero curtido y gran narrador de anécdotas que simboliza al propio Conrad, toma la palabra para relatar aquella vez en la que se sintió igual que el capataz romano, el día que se asomó al confín del mundo, al corazón de las tinieblas.

La narración de Marlow está basada en la propia experiencia de Conrad en la exploración que llevó a cabo en Congo Belga que Leopoldo II explotaba como una empresa privada para su lucrativo emporio de marfil disfrazado de campaña humanitaria, cuyo carísimo coste humano y natural apenas llegaba a occidente, quien vivía tranquilo y con su perpetua venda sobre los ojos.

Marlow cuenta una oscura aventura en la que, empleado a bordo de un barco de vapor, debe remontar el río Congo para traer de vuelta a un extraño trabajador de la compañía, un tal Kurtz, que parece hacer perdido el norte a pesar de que desde su posición en lo más profundo de la selva, fluye hacia las sedes de la empresa belga una cantidad inusitada de marfil. Tantísimo, que incluso la propia compañía empieza a cuestionarse los métodos de Kurtz.

Kurtz es un personaje simbólico, que viene a representar la oscuridad del ser humano, al que se opone Marlow, la luz que pretender alumbrar las tinieblas. Su presencia se va retrasando en el relato con una expectación magistral, hasta el punto de que cuando Marlow se encuentre por fin con Kurtz, una punzada nos recorra la espalda. Y es que Kurtz es un ser casi mitológico, geométricamente destrozado, irregular, que se ha convertido en una especie de dios para los indígenas y que se halla en un estado de locura desgarradora. Y así, todos los personajes que Marlow va encontrando en su negra aventura pueden ser interpretados como símbolos. El director de la compañía, el arlequín, la mujer salvaje... todos representaciones de aquel terror que se escondía en las profundidades de la África más olvidada.

El estilo de Conrad es complejo, para qué engañarnos. Por lo visto la traducción de la obra es muy complicada (ninguna pega de la cuidada edición ilustrada de Mondadori) pues suma dos elementos que aportan dificultad al texto: el estilo en sí de Conrad, que probablemente buscase el nuevo lugar de la novela tras el hastío de la literatura realista, y su inglés, una lengua no materna, impostada y retorcida en exceso. Aún así, cumple de sobra y recrea a la perfección el horror de la aventura africana de Marlow.

Y termino. El corazón de las tinieblas es una especie de pesadilla literaria. Oscura, sudorosa y cruel. Una gran novela, que nos hace asomarnos a un lugar al que poca gente se asomó en su momento. Pero Conrad lo hizo y creo que deberíamos contemplar las vistas, por muy atroces que sean. Al fin y al cabo, nuestra historia muchas veces prevalece en forma de ficciones.

Y vosotros, ¿qué novela basada en un hecho real os ha conmovido?

¡Besos y abrazos!

Joseph Conrad