lunes, 14 de diciembre de 2015

Buenos días, tristeza. Françoise Sagan


A la vuelta, declaró que la señora era encantadora. Yo prorrumpí en imprecaciones contra esa clase de ancianas. Ambos se volvieron hacia mí con una sonrisa indulgente y divertida que me sacó de mis casillas:
     -No os dais cuenta de que está satisfecha de sí misma -grité-. De que se enorgullece de su vida porque tiene la sensación de haber cumplido con su deber y...
     -Y es así -dijo Anne-. Ha cumplido con sus deberes de madre y esposa, como suele decirse...
     -¿Y con su deber de puta? -dije.
     -Me desagradan las groserías -replicó Anne-, aunque sean paradójicas.
     -Si no hay ninguna paradoja. Se casó como se casa todo el mundo, por deseo o porque toca hacerlo. Tuvo un hijo, ¿ya sabes cómo vienen los hijos?
     -Supongo que menos que tú -ironizó Anne-, pero alguna noción tengo.
     -Bien, pues educó a ese hijo. Probablemente se ahorró las molestias y las angustias del adulterio. Ha llevado la vida que llevan miles de mujeres y se siente orgullosa, ¿comprendes? Se hallaba en la situación de joven burguesa esposa y madre y no ha hecho nada para salir de ella. Se jacta de no haber hecho esto o aquello y de no haber realizado algo
    -No tiene mucho sentido lo que dices -observó mi padre
     -Es un espejo -grité-. Una se dice después: "He cumplido con mi deber" porque no ha hecho nada. Si, nacida en su ambiente, se hubiese convertido en una mujer de la calle, sí que habría tenido mérito.
     -Repites cosas que están de moda pero que son insustanciales -dijo Anne.

------o------

Françoise Sagan fue una escritora cuya biografía y personalidad merecen un ratito de conversación (aunque este no sea el lugar). Una mujer singular, amante sin límites del alcohol, el juego y los coches veloces, que con Buenos días, tristeza, escrita con tan solo dieciocho años, sacó los colores a la acomodada burguesía francesa de la que ella misma formaba parte. Sagan, cuyo apellido es un seudónimo extraído de un personaje secundario Proust, ya que se apellidaba realmente Quoirez, obtuvo su primer trabajo en la revista "Elle", para la que hacía crónicas sociales del sur de Italia; unas crónicas que comenzaban con la expresión Buenos días, seguida del lugar del que se hacía la crónica. Dicha costumbre podría dar título a nuestra obra, que también se corresponde con un verso de un poema existencialista. Sea como sea, vayamos un rato a la playa.

Y es que la ambientación del libro es deliciosa, así como sus protagonistas. Cecile es una adolescente díscola y consentida que acaba de ser expulsada del internado con la connivencia de su padre, Raymond, un viudo, atractivo y adinerado burgués de cuarenta años que tiene por castigo gustar a las mujeres. Así, el libro comienza cuando Cecile, Raymond y Elsa, la exuberante aunque mentalmente limitada amante de turno empiezan sus tórridas y sensuales vacaciones en una mansión de la costa francesa. Playa, alcohol y lujos sin límites, que parece posicionar a Françoise Sagan en el debate sobre la intelectualización de la burguesía francesa de la época en un rotundo "no".

Así, la novela profundizará en el sentido de "posesión" que Cecile tiene sobre su padre, la relación de complicidad entre ambos basada en el lujo y las distracciones fáciles, la huida de las responsabilidades y el caos moderado y consentido; la tercera pieza de este primer triángulo, Elsa, la pelirroja despampanante, será una mera atracción para ambos, un bonito adorno que los acompaña y los hace aún más guapos y encantadores. Y digo primer triángulo porque la acción de la novela se precipitará con la llegada a la mansión de Anne, una amiga de la difunta madre de Cecile que aterrizará como un cataclismo en las vidas del padre y de la hija. Una mujer radiante, madura, culta, que pretenderá, según Cecile, usurpar el vacío que supuestamente dejó su madre al morir. Algo que ella no quiere. Y a partir de aquí asistiremos a un plan maquiavélico del que no revelaremos más detalles con el que Cecile pretende eliminar a Anne, la perturbación real que pretende acabar con la idílica relación que mantiene con su padre y que comienza a hacerse con el control de la situación familiar poco a poco. Incluso obliga a la pobre Cecile a estudiar: "Ellos tenían una noche de amor. Yo tenía a Bergson", llega a decir en pleno ataque de ira.

Tras los hechos que van ocurriendo en la novela, me ha impactado mucho una de las lecciones que Cecile extrae de la experiencia que ha vivido (y ha hecho vivir a los demás personajes). Un lugar por el que todos hemos pasado alguna vez en nuestro desarrollo emocional. Cecile se da cuenta de que puede herir sentimientos. Y esa es una de las conclusiones dramáticas de la obra: "comprendí bruscamente que había dirigido mis ataques contra un ser vivo y no contra un ente", reflexiona en uno de sus monólogos interiores. Y es que a Cecile se le va el juego de las manos, y mucho.

Como casi todas las obras literarias, Buenos días, tristeza, puede leerse en diversas claves que proporcionan diferentes versiones del relato. Vemos la complejidad de las relaciones padre-hija, una crítica hacia la frivolidad de la burguesía francesa, que idolatra a Camus en público y lo repudia en privado, y contemplamos también unas interesantes escenas de complejidad amorosa donde sobresale especialmente el personaje de Elsa, la modelo mantenida. El súmmum de la inocencia.

En definitiva, estamos ante una obra muy apetecible, un puñetazo literario en toda regla disfrazado de dulce caricia, y que a priori no parece condensar tantos temas como podemos descubrir una vez finalizada su lectura. El estilo ayuda muchísimo, pues es tan directo y efectivo que roza lo cinematográfico. Y las playas de la costa francesa, los tórridos pinares adyacentes, las puestas de sol con una copa de champán y las serpeantes carreteras nocturnas iluminadas por el fulgor de la luna, una gozada. ¡A leer!

Y vosotros, ¿qué obra con ambiente playero recomendáis?

¡Besos y abrazos!


Françoise Sagan: "El dinero no da la felicidad, pero prefiero llorar en un Jaguar a hacerlo en un autobús"


4 comentarios:

  1. Mi ambiente playero es el de nuestra costa: Torrenueva, el Pelaíllo, Calahonda... Te recomiendo que leas a Annie Ernaux (La place, supongo que traducida como La plaza) y a Anna Gavalda (Juntos, nada más o ) para completar tu incursión en las letras francesas. Estas dos autoras son del siglo XX, la primera profesora de Literatura Francesa en un instituto francés. O la gran Marguerite Yourcenar. Y a algún hombre como J-M. Le Clézio.
    Seguimos, Silvia

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Perfecto Silvia, me voy una temporada a EEUU, pero seguro que vuelvo a Francia, anotado!!!

      Eliminar
  2. En nuestro recuerdo playero no puede faltar El Aguacate, La Luna o el Alifid (¿se escribía así?)

    Silvia

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡El Aguacate! Madre mía qué recuerdos! Ese último que dices, ni idea

      Eliminar

¡No te marches sin comentar!