sábado, 26 de diciembre de 2015

El primer trago de cerveza y otros pequeños placeres de la vida. Philippe Delerm



"Los domingos por la noche"

...nos preparamos un baño. Un auténtico baño de domingo por la noche, con mucha espuma azul, mucho tiempo para quedarse allí flotando entre dos atisbos algodonosos, brumosos. El espejo del cuarto de baño se empaña, y se reblandecen los pensamientos. Eso sí, olvidarse de la semana que concluye, y más aún de la que va a empezar. Caer en la fascinación de esas diminutas ondas que se forman en las puntas de los dedos arrugados por el agua caliente. Y cuando se vacía la bañera, extraerse de allí. ¿Coger un libro? Sí, más tarde. De momento, un programa de televisión para ir tirando. El más estúpido nos irá de perlas ¡Ah, mirar por mirar, sin causa, sin deseo, sin pretexto alguno! Algo parecido al agua del baño: un embotamiento que amodorra y nos llena de un bienestar palpable. Esa sensación de que ya nos sentiremos a gusto hasta la noche, como un estar en zapatillas mental.

Entonces es cuando asoma el punto de melancolía. Poco a poco el televisor se nos hace insoportable, y lo apagamos. Nos trasplantamos fuera de allí, a veces hasta la infancia, nos invaden vagos recuerdos de paseos a pasos medidos, sobre un fondo de inquietudes escolares y amores quiméricos. Nos sentimos inundados. Es tan intensa como una lluvia de verano esa pequeña nostalgia que se insinúa, ese medio estar que vuelve, familiar. Son los domingos por la noche. Todos los domingos por la noche están ahí, en esa falsa burbuja donde todo flota en lo vago. En el agua del baño emergen las fotos.

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Philippe Delerm reventó el mercado editorial francés con una pequeña obra de apenas cien páginas que imbuye a la fuerza una sonrisa cómplice solo con mirar su título: El primer trago de cerveza y otros pequeños placeres de la vida, porque seas amante de la cerveza (como es mi caso) o no, ya intuyes por dónde va la cosa. Y te gusta. O al menos, te da curiosidad. El caso es que la obra ha permanecido durante años entre los libros más vendidos en Francia, ha recibido premios y llega a España de la mano de Tusquets y sus "Booket" para que todos los amantes de "los pequeños placeres de la vida" (¿quién acaso no lo es?) nos deleitemos con su breve -pero intensísima- lectura.

Bueno, pues el libro cumple exactamente lo que promete, y con un acierto delicioso, exquisito. Estamos ante la literatura de lo sugerente, que se interna en los momentos comunes del ser humano moderno para transmitirnos nuestro gusto por lo pequeñito, por las diminutas cosas de la vida que hacen que continuemos, que nos sintamos felices en lo más importante, nuestro día a día. Porque las grandes metas es posible que estén lejos o que nunca lleguen, pero nuestra mente será plenamente feliz cuando tras una jornada dura de trabajo, junto a un buen amigo, demos el primer trago a una cerveza helada y espumosa.

Así, nos encontramos ante una delicatessen literaria, que nos habla de sensaciones, de nostalgia, de esos momentos en los que nos sentimos la única persona sobre la faz tierra: ir a comprar bollería (en mi caso churros) un frío domingo de invierno por la mañana y picar un poco de camino a casa; leer una buena novela de Agatha Christie y saborear el sugerente ambiente victoriano; el primer jersey calentito que te pones en otoño, o el coche familiar de noche, volviendo a casa mientras nuestro padre conduce; esas siestas de verano  con el Tour de Francia al fondo y más de treinta situaciones que nos evocarán sonrisas, nostalgia, recuerdos que casi pertenecían ya al vacío, y que gracias a esta pequeña maravilla literaria acudirán a la primera fila de nuestra memoria para recordarnos que no hay nada más satisfactorio en el viaje que disfrutar del trayecto.

El estilo de Delerm es magnífico. Impecable. Su voz es tranquila, y se gana de inmediato la complicidad del lector. Transmite paz, nostalgia, la familiaridad de quien ha vivido y disfruta de esas mismas pequeñas cosas con las que todos nos identificamos. Y realmente se agradece que en este mundo rápido, inmediato y cada vez más impersonal, alguien nos recuerde lo mucho que puede evocarnos el olor de la vainilla.

Una gozada de libro, que en sí mismo se convierte en un pequeño placer.

Confieso uno mío: hacer una paella escuchando buena música todos los domingos.

¿Os animáis con los vuestros?

¡Besos y abrazos!



Philippe Delerm

4 comentarios:

  1. Desayunar colacao y tostadas calentitas decidiendo qué libro empiezo hoy.

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  2. Leer debajo de un edredón un par de capítulos por la mañana, sabiendo que no hay nada urgente que te haga abandonar apresuradamente tu estado.
    Silvia

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    1. ¡Libro+nórdico es una de las mejores combinaciones de la vida!

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