martes, 8 de diciembre de 2015

Carta de una desconocida. Stefan Zweig



Sólo quiero hablar contigo, decírtelo todo por primera vez. Tendrías que conocer toda mi vida, que siempre fue la tuya aunque nunca lo supiste. Pero sólo tú conocerás mi secreto, cuando esté muerta y ya no tengas que darme una respuesta; cuando esto que ahora me sacude con escalofríos sea de verdad el final. En el caso de que siguiera viviendo, rompería esta carta y continuaría en silencio. Igual que siempre. Si sostienes esta carta en tus manos, sabrás que una muerta te está explicando aquí su vida, una vida que fue siempre la tuya desde la primera hasta la última hora.


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He de reconocer que las historias de amor etiquetadas como tal me dan muchísima pereza. Pero una cosa es una etiqueta, algo que está bien para tomar como referencia, y otra cosa muy diferente es que Stefan Zweig esté por medio. Porque todo lo que ha hecho Stefan Zweig es impresionante, historias de amor incluidas.

Stefan Zweig fue un escritor de renombre en la Austria y en la Europa de principios de siglo. No obstante, su figura en la actualidad se encuentra de forma inmerecida en un lugar claramente secundario, aunque la fantástica editorial Acantilado está poniendo su granito de arena en  devolver al austriaco al lugar que se merece con una preciosa reedición de sus obras. Zweig fue todo un personaje. Un hombre de una sensibilidad apabullante, que brota en lo personal y que evidentemente inunda sin remedio su quehacer literario con una prosa bella y trascendente, que profundiza en las principales inquietudes humanas a través de historias en apariencia sencillas. Zweig padeció los horrores del nazismo, y decidió junto a su esposa acabar con sus vidas ante la contemplación de semejante atrocidad humana. Zweig es, sin lugar a dudas, la sublimación de lo sensible.

La premisa de Carta de una desconocida es simple. Un afamado escritor regresa a su hogar de uno de sus múltiples viajes y encuentra en su correspondencia un abultado sobre. La transcripción de dicha carta constituirá la totalidad del relato; un relato en el que una mujer, cuyo nombre no conoceremos en toda la narración, revela, en el lecho de su muerte prematura, el descomunal y obsesivo amor que ha sentido por el escritor desde que era una niña. Un amor demencial, que la ha llevado a renunciar a todo. Al sueño, y pasarse las noches sin dormir esperando que él (mujeriego y amante de la noche y los excesos), regrese a su residencia borracho y probablemente con compañía. A su familia, a quien dejó atrás cuando decidieron iniciar una nueva vida en Innsbruck, para seguir viviendo cerca de su enamorado. A cuantas oportunidades de amor aparecieron en su vida, las que considera, por supuesto, una traición hacia el escritor. Él, por su parte, jamás ha reparado en ella, aunque con la lectura de la carta se da cuanta de que, de una manera u otra, sus destinos se han cruzado muchas más veces de las que es consciente.

Tema aparte es su estilo, de una exquisitez literaria en la que Zweig demuestra una vez más que es un escritor soberbio, elegante y ágil, lejos de lo sobrecargado y ostentoso de su época. Una auténtica delicia que no podremos parar de leer. Una joya literaria.

En definitiva, lo que tenemos delante es una reconcentrada, intensa y aparentemente plana
-aunque trágica- historia amorosa, que estoy seguro de que posee tantas dobleces, lecturas e interpretaciones como experiencias amorosas y sentido del hecho de amar que tenga la persona que está al otro lado del papel, pues va mucho más allá del amor platónico y enfermizo que en apariencia se nos está contando. Y solamente por ello merece ser leída. Porque parte del bagaje amoroso de cada uno de nosotros está ahí plasmado de una forma u otra. Vemos el choque brutal de dos polos opuestos, encarnados en las actitudes de los dos personajes de la obra, cuyas maneras de comportarse nos darán mucho que pensar, especialmente después del sublime final de la novela. Una delicia.

Y vosotros, ¿recomendáis alguna historia de amor?

¡Besos y abrazos!

Stefan Zweig





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